Las cosas en su lugar
Muchos no tomaron en cuenta la enorme gravedad de lo que significa la frase “refundación del Estado” introducida en la Nueva Constitución y pasó como un simple decir retórico.
Las nuevas generaciones, obviamente, no llegaron a conocer directamente el espectro político de tiempos pasados.
Después de la Guerra del Chaco aparecieron tendencias políticas claramente de izquierda hasta alrededor de los años 90, periodo último este en el que virtualmente desaparecieron los partidos de contenido izquierdista. Las siglas que adoptan hoy las “organizaciones” supuestamente izquierdistas no expresan siquiera ideología alguna.
Hemos llegado al extremo de tener que aclarar una vez más, así sea de un modo genérico y totalmente exiguo por razones de espacio, qué es la izquierda en política.
En dos palabras diremos que un partido es de izquierda cuando busca transformar las estructuras sociales, económicas y políticas injustas para sustituirlas con otras que eliminen la explotación del hombre por el hombre. Ni siquiera ser “progresista” significaba ser izquierdista, porque el “progre” o “reformista” aceptaba cambios sociales pero con tal de que se mantenga la substancia del orden imperante. Los que mantienen el statu quo con un orden de injusticia y de desigualdades sociales son los de derecha.
En ese tiempo, las conversaciones y discusiones en los partidos acerca de cuestiones ideológicas eran permanentes, además, en gran proporción, en esos izquierdistas de antaño regían principios y comportamiento éticos. Actualmente esos temas a casi nadie les interesa.
El inmenso problema de hoy es que el ámbito clientelar, prebendalista y corrupto se ha extendido a enormes sectores de la sociedad, lo que importa es la cuota de poder que le corresponderá al oportunista, se trata de cómo asaltar las arcas del Estado, escoger el cargo público que le resulte más jugoso. Le resulta completamente estúpido estudiar y formarse teóricamente para discutir sobre cuestiones ideológicas, filosóficas o éticas, cuando lo que persigue es volverse rico como sea, así sea besando los pies del jefe.
Antes de que fuera promulgado el D. S. 21060 de 1985 que marcó un nuevo tiempo en la economía y la política bolivianas, había aún en el país organizaciones partidarias que eran claramente de izquierda, existiendo entre ellas variantes y hasta ríspidas contradicciones ideológicas. Pero, a pesar de la ferviente convicción de sus militantes que muchas veces conducía a algunos de ellos a la prisión, al destierro, a la tortura o a la muerte, en el fondo no perseguían la captura del poder a pesar de que “teóricamente” esa era su finalidad (“estratégica”) y esto debido a que el ciudadano boliviano estaba muy alejado de las ideologías izquierdistas, estos partidos recibían muy poco entendimiento y apoyo de parte de la ciudadanía, de tal manera que en las elecciones generales obtenían exiguos resultados.
El común de los izquierdistas, vivía en medio de privaciones y aun en la pobreza. No conocían la corrupción, ni podían conocerla porque era posible sólo a través del poder, el que les era inaccesible. Desde este punto de vista, se podría decir genéricamente que el izquierdista era a la fuerza un individuo idealista y honesto.
A la par existía un movimiento obrero vigoroso y una Central Obrera Boliviana (COB) admirada en Latinoamérica y en el mundo. Esa COB, hoy putrefacta, era una institución respetable gracias a la existencia de un poderoso proletariado con “conciencia en sí y para sí” y con dirigentes obreros de notable formación teórica.
Hoy en Bolivia, no existen “revolucionarios”, “izquierdistas” ni “socialistas”, todos los que llevan este falso membrete están adheridos a la teta del presupuesto nacional, a la economía subterránea, horadando los cimientos de la existencia misma de Bolivia.
De esta manera, los jóvenes de nuestro tiempo tienen que saber que en Bolivia no existen partidos políticos de izquierda, ni revolucionarios ni socialistas así se autoproclamen como tales o les endosen absúrdamente tales denominativos. Incluso bajo estas denominaciones hoy han nacido formas y prácticas partidarias claramente fascistas.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA