El régimen masista “ ha destrozado Bolivia”
Con frecuencia, en los conceptos se confunde mucho entre régimen político y gobierno. Hay una propensión a entenderlos, equivocadamente, como si fueran lo mismo. Sin embargo, sus diferencias son sustanciales.
Cuando se habla de régimen político, las referencias son: el estilo y la forma del poder, expresado en reglas, normas y valores que determinan la competencia y el ejercicio del poder. Casi siempre, las reglas fundamentales están escritas en la Constitución. Por ello, es más amplio y duradero.
En cambio, cuando se habla de gobierno las referencias son las personas, grupos y partidos que detentan el poder en un determinado momento, en el marco de los límites establecidos por el régimen. Según Fernando Mires, es la “expresión concreta y contingente del poder político”.
Aclarados los conceptos, aun cuando en términos generales, conviene precisar que, el régimen masista tiene inicio el 22 de enero de 2006, con la asunción de Evo Morales, y continúa actualmente con Luis Arce. De modo que, tiene 19 años de vigencia. Catorce, con el “hermano” Evo y cinco con el “hermano” Lucho.
Por lo tanto, cuando se habla de ambos, se habla de lo mismo. No hay diferencias.
En ese sentido, resultan absolutamente cínicas las críticas de Evo cuando trata de diferenciar sus gobiernos del de Lucho. Se autoincrimina y le sale el “tiro por culata”. Ambos, en mayor o menor grado, respectivamente han destrozado Bolivia. En “nombre del pueblo”, nos han sentenciado a vivir en una “sociedad condenada” (Ayn Rand).
Ciertamente, la acusación “han destrozado Bolivia” es fuerte, además de contundente. Sin embargo, estoy utilizando la misma palabra que Morales uso reiteradamente para referirse al Gobierno de Arce. En un reciente programa dominical de radio, lo acusó de “haber destrozado Bolivia”, olvidando que en esta responsabilidad, por el tiempo que ejerció el poder, él tiene un 70% de culpa.
Veamos, en ese sentido, como han destrozado Bolivia en los ámbitos de la democracia, la economía, las administración de justicia, del órgano electoral y de la Policía.
Desde un inicio, el proyecto del régimen apuntó al poder eterno. “Llegaron para quedarse 500 años, no están de paso ni son inquilinos del palacio”. Ese proyecto provocó un brutal retroceso en la democracia, pues su desempeño y avance dependen del Estado de derecho. Es decir, de la efectiva separación, independencia e igualdad de poderes.
Empero, el régimen sometió a todos los órganos de poder. Esto se vivió más intensamente, en las dos últimas gestiones del gobierno de Morales, cuando le tocó gobernar con más de dos tercios en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Esta mayoría calificada le permitió someter al Órgano Judicial y al Órgano Electoral, subordinándolos a sus intereses, hiriendo de muerte a la democracia.
Los datos del último informe del Latinobarómetro, dan cuenta de que solo el 10% de los bolivianos confía en la democracia. Es una constatación escalofriante y el retroceso evidente.
A su vez, en su estilo y forma de gobernar, el régimen ha “podrido” a los “movimientos sociales”, al cuotear espacios de poder entre sus dirigentes. La práctica de someter, a través de “pegas”, a los movimientos sociales, la instituyó Evo Morales. Ahora, todos estos dirigentes “sindicales” quieren ser parte del poder político y participar en la repartición de cuotas de poder.
Los actos y denuncias de corrupción contra estos dirigentes, a la cabeza de ministerios y otras instancias de la burocracia estatal, son frecuentes. Para acceder a cualquier cargo se tiene que contar con el “aval político” de estos “sindicatos”. Incluso, para ascender al grado de general en las Fuerzas Armadas y en la Policía, es necesario tener el respectivo aval, que se comercializa a “precios de mercado”. Con esa lógica actúa el Pacto de Unidad.
Con responsabilidad compartida también han destrozado la economía. En los primeros 14 años del régimen, la “orgía” y el despilfarro del excedente, fue el sello del gobierno de Morales. A Luis Arce no le tocó administrar el excedente, aunque fue el “cajero”. Como presidente, después, le toca administrar una economía con ingresos reducidos.
Pero gastó y sigue gastando como en la época de bonanza, hasta acabar con las reservas internacionales, vender parte del oro y endeudar al país hasta límites insostenibles. Cualquier momento nos declaran en default (cesación de pagos). Así lo reflejan las ultimas calificaciones internacionales de riesgo país.
A la diosa Themis, la diosa de la justicia, permítanme decirlo así, la han violado una y mil veces. Con los datos del último informe del Latinobarómetro —que el mismo “enfermo de poder” usó para transferir la responsabilidad sobre el estado de la Justicia a Luis Arce— se puede subrayar que el 87% de los bolivianos no cree en la justicia. La cifra es espeluznante.
En el régimen masista, la ley solo se respeta cuando es para conveniencia propia. Cambiar este sombrío escenario demandará mucho tiempo, quizá generaciones. Es repugnante lo que han hecho.
A su vez, el afán de poder eterno, corroyó al Órgano Electoral, hasta convertirlo en una institución con casi ninguna credibilidad. Todos sus actos generan susceptibilidad. El 87% de los bolivianos desconfía de su transparencia. El propio Morales, ahora, olvidando lo que hizo, desconfía enormemente de esta instancia.
Ahora, lo que han hecho con la Policía no tiene nombre. Han trastocado su papel, al extremo tal que, de cada 100 bolivianos, 87 desconfía de trabajo y de su honestidad. En confianza, la Policía Boliviana ocupa el último lugar en Latinoamérica.
De manera elocuente, las cifras del último estudio del Latinobarómetro, demuestran que el régimen masista ha destrozado a Bolivia. Evo Morales inició y consolidó este destructivo proceso. Luis Arce, ahora, lo está cerrando con broche de oro.
Columnas de ROLANDO TELLERÍA A.