El Día del Maestro
Anteayer, el viernes 6 de junio, se celebró el Día del Maestro Boliviano. Tradicionalmente, en las escuelas se enseñaba que la fecha provenía de la fundación de la primera normal de Maestros, en Sucre, ocurrida en 1909, durante el gobierno de Ismael Montes.
Sin embargo, las últimas versiones refieren que tal fundación, más bien, se la hizo coincidir con el nacimiento de Modesto Omiste, ese día, en 1840. Este maestro potosino es considerado “padre de la educación de Bolivia”, pues no solo se encargó de crear escuelas, sino que vio importante que los maestros se superen de manera permanente, impartiéndoles conferencias con nuevos métodos pedagógicos.
La historia boliviana rescata, además, a otros grandes personajes que contribuyeron al desarrollo de la educación en el país, como Franz Tamayo, Avelino Siñani, Elizardo Pérez (de quienes se tomó el nombre para la Reforma Educativa vigente), y más recientemente, Jaime Escalante, cuya experiencia en Estados Unidos inspiró incluso la producción de una película.
Y este año, en ocasión del Día del Maestro, los medios de comunicación e instituciones públicas se encargaron de distinguir a maestros abnegados y hasta apasionados que se adecuan a las nuevas tecnologías, o vencen dificultades que ya no tendrían que existir por enseñar a sus estudiantes y facilitarles el saber que los liberará haciéndolos dueños de su destino.
Son esfuerzos ejemplares que merecen reconocimiento y homenaje, lo mismo que los de todos aquellos docentes que de forma voluntaria, desprendida y, en muchas casos anónima e ignorada, dan todo de sí mismos para enseñar, liberan su vocación educadora y exteriorizan su amor por transmitir conocimientos a niños y adolescentes, y despertar en ellos el ansia de aprender.
Sin embargo, los maestros, más que homenajes, piden al Gobierno y la sociedad, mejores condiciones para poder desarrollar sus tareas. Si bien la educación es una de las prioridades del Estado expresadas en la Constitución Política del Estado, se espera que ello se plasme en acciones más tangibles en el sistema educativo boliviano.
La actual reforma ha descargado casi toda la responsabilidad en el maestro y le ha obligado a formarse y capacitarse en nuevos paradigmas y recursos pedagógicos sin ofrecerles las condiciones adecuadas para ese propósito. El maestro ha sido señalado injustamente de los fracasos en el sistema escolar y la baja formación de los estudiantes.
Ya es hora de ver al maestro como un protagonista de la educación, de exigirle resultados, pero también de proveerle las herramientas para ello y de compensar, de alguna manera, sus esfuerzos. Es hora de dejar de esperar milagros y que aparezcan “maestros mártires”. Al maestro hay que exigirle, pero también formarlo, darle todos los instrumentos y compensarlo.