Donde el café se convierte en cultura
// Texto: Alicia Cortés Soruco
Fotos: Andrés MacLean, Daniel Coimbra y Valeria Dorado //
Cuando tomamos una taza de café en la mañana, no pensamos mucho de ella. Si somos amantes de este producto, tal vez nos demos el tiempo para pensar en el sabor, en qué marca nos gusta más o si le falta o no azúcar. Pero eso es todo.
Y así, sin darle vueltas al tema, muchos de nosotros vivimos rodeados de café: en la mañana, para despertar; después del almuerzo, como postre. Tomamos otro a media tarde, con buena compañía.
Parecería estar en todos lados, siempre acompañándonos en nuestro día. Está tan engranado en la máquina social que la frase “Vamos a tomar un café” es código para charlas, reencuentros, amistades, citas y reuniones.
Sin embargo, con toda la cultura alrededor de esta bebida, sus orígenes o procesos no ocupan nuestro tiempo. Cuando pensamos en café, no nos imaginamos altas colinas, cubiertas de niebla y humedad, rebosantes de vida, verdes y hermosas. No pensamos en personas que trabajan la tierra y la vegetación para producirlo. Tampoco en el impacto que su industria tiene, en su significado para nuestro país y desarrollo.
Por todo ello, Una Gran Nación salió a descubrir este misterio. ¿De dónde sale el café boliviano? ¿quiénes están detrás de él? ¿cuál es su proceso? Entre caminos de tierra, campos y sembradíos, el equipo se encaminó hacia los Yungas, donde se guardan las respuestas a estas preguntas. Esta vez, Andrés MacLean, Sofía Aramayo, Jimena Suárez y Daniel Coimbra se dirigieron a las tierras de las empresas 4 Llamas y Buenavista, para averiguar y conocer más sobre la industria del café nacional.
valeria_dorado.jpg

UGN ya ha aprendido que los paisajes bolivianos nunca dejan de sorprender y este caso no fue una excepción. Altos cañones cuyas cumbres se esconden entre la densa niebla, cubiertos de vegetación.
Frutas rojas, antes de ser cosechadas, brillantes y coloridas. Al acercarnos a los espacios de trabajo, el olor delicioso de café fresco secándose al sol. Rodeados de kilómetros interminables de naturaleza, encontramos un refugio de arte y sabor donde la bebida se convierte en cultura.
Después del paisaje increíble, iniciamos el proceso de conocer el café y su historia. Detrás del producto, nos encontramos con el núcleo de todo este movimiento: las personas. Gente trabajadora e innovadora, quienes han apostado por el valor de la tierra boliviana y han decidido creer en el potencial que el país tiene.
La experiencia que Una Gran Nación vivió en el paraíso de Caranavi se puede describir con una sola palabra: pasión. Desde la semilla, los procesos de sembrar y cuidar la tierra, cosechar, secar, procesar, afinar, empaquetar, transportar y servir son realizados con cariño y dedicación. Para más de 6 mil personas, esta industria significa una forma de vida y una fuente de trabajo; además de todo un sistema de apoyo y producción que sostiene tanto a la industria cafetera de la zona como a las comunidades que viven alrededor.
De esta manera, en el corazón de los Yungas de La Paz, una nueva industria surge, empujada y apoyada por mentes brillantes, trabajo duro y una visión única.
Porque más allá del producto y del paisaje, Una Gran Nación encontró voluntades. Una creencia profunda en la tierra que nos pertenece, un enorme esfuerzo por trabajarla, respetarla, y lograr una comunión entre labor y naturaleza, donde el producto final, el grano de café, es la muestra de la diligencia de quienes lo trabajan.
En 4 Llamas y Buenavista, nos topamos con personas que han desarrollado su propia manera de hacer las cosas, partiendo con el conocimiento antiguo de la zona e implementando técnicas innovadoras.
Crearon un espacio donde no sólo el café crece, sino que se recupera la forma de vida de todo un grupo humano, al mismo tiempo que se impulsa y apoya a la industria nacional.
andrcs_maclean_1_1.jpg

Paseando por los cafetales de Caranavi, descubrimos una nueva manera de enorgullecernos de lo que es nuestro. En los granos de café, encontramos incontables historias de nuestra gente. Una larga y antigua cultura de cultivo y producción que solo se mantiene viva en la medida que los bolivianos invirtamos y apoyemos lo nuestro.
Nuestro paso por los Yungas nos recordó una verdad que a veces se queda en el olvido: el producto boliviano es bueno ¿Y por qué? Porque nuestra gente cree en Bolivia, en un país grande, rico y productor. En personas talentosas y emprendedoras, que apuestan por el país y engrandecen nuestro nombre con su esfuerzo y dedicación.
No por nada se considera que el grano de café boliviano es de calidad gourmet. Cada día más personas apuestan por nuestra tierra y emprenden en este mercado poco valorado en el interior, pero que busca ganarse el corazón de propios y extraños. Se trata de una apuesta por la calidad y el cariño y que vale la pena probar y disfrutar.
Tal vez, cuando levantemos la taza de café, sintiendo su rico aroma, nuestra mente se pierda en estos bosques idílicos donde cada grano tiene una historia y cada bolsa de café es un mundo por descubrir.
Tal vez, cuando probemos el producto nacional podamos sentir la fuerza de los bolivianos, país de emprendedores, de visionarios y de gente trabajadora. Y en ese momento, recordemos que Bolivia es Una Gran Nación.