Centro Manuela Gandarillas es un referente para no videntes
El Centro de Rehabilitación para Ciegos Manuela E. Gandarillas es el principal referente departamental para la preparación de personas no videntes que deben vencer su discapacidad visual para encarar una vida independiente. Actualmente, el lugar cuenta con 36 personas. La institución está abierta a recibir a personas con visibilidad escasa o con una enfermedad degenerativa, aseveró el director de la organización, José Luis Pozo.
“Yo mismo he tenido un mal concepto de los centros”, dijo el director al contar que tuvo una cirugía por desprendimiento de retina hace 14 años y que todavía alcanzaba a ver. Pero, fue “perdiendo el tiempo y las oportunidades”. El problema de la visión comenzó con un accidente de moto y luego se degeneró a pesar de múltiples intervenciones.
El centro tiene personas de cinco a 70 años. Los niños y jóvenes se capacitan para continuar con sus estudios y ser independientes. Los mayores se rehabilitan para seguir con la profesión que tenían o para estudiar una nueva carrera.
El centro trabaja en la habilitación y rehabilitación. La primera, se realiza con aquellos niños que nacieron sin visión. La segunda, consiste es enseñarle a una persona que antes veía a como desenvolverse con la ceguera. “Todas las personas que adquieren una discapacidad entran en un cuadro de depresión. Eres el inútil de tu casa y la familia en vez de ayudarte te enferma más, por falta de información y conocimiento”, dijo.
La familia puede cometer dos errores: sobreproteger a una persona no vidente o rechazarla. Por este motivo se trabaja en el centro, también, con la familia. Éste es uno de los cuatro elementos que intervienen en la rehabilitación, junto a la persona no vidente, el centro y la sociedad.
Capacitación
El centro abre de 8:30 a 16:30, de lunes a viernes. Las personas que asisten pueden escoger un horario en este tiempo, de una a más horas diarias. El tiempo de rehabilitación o habilitación puede variar de seis meses a un año y medio.
Los contenidos del Programa de Rehabilitación Básica Funcional están separados en tres áreas: orientación y movilidad (OYM), actividades de la vida diaria (AVD) y talleres.
El estudiante del centro aprende a como orientarse, a manejar las técnicas del bastón para poder ser independiente en su casa y en la calle. También, practica el goalball, un deporte que se juega con una pelota que suena, entre seis jugadores.
Las AVD incluyen desde lavarse, vestirse hasta tender la cama y cocinar, para valerse a sí mismos. Y, finalmente, los talleres se refieren a actividades complementarias y manuales, como la música, los tejidos y macramé, manualidades y computación.
La inscripción a los cursos es gratuita. Pero, para actividades mensuales los padres aportan 25 bolivianos.
Existe también un programa específico para la tercera edad, puesto que muchos han sufrido por la diabetes y otras enfermedades la disminución o pérdida completa de la vista.
Además, en coordinación con el Servicio Departamental de Gestión Social (Sedeges), en este momento hay tres niños de ocho, 14 y 16 años internados en el centro. Ellos permanecen porque no tienen familiares que los cuiden, son vulnerables y seguirán seguramente hasta su mayoría de edad, dijo Pozo.
TESTIMONIO
Para Wilfredo Huanca no ha sido fácil ser una persona de baja visión. Es decir, que puede ver únicamente de cerca y con lentes de gran aumento. “Muchas personas en la calle, generalmente, te discriminan y te hacen a un lado. Piensan que porque no eres tan capaz visualmente, no puedes, no vales”, contó Huanca.
Esta idea es asumida en los colegios, universidades, institutos y en el ámbito laboral. Pero, muchas de las personas no videntes trabajan ahora como profesores, son abogados o fisioterapeutas.
Si bien Huanca no pudo concluir el colegio por diversos problemas, ahora él es técnico en ensamblado y mantenimiento de computadoras. Terminó sus estudios en un instituto de Cochabamba, con ayuda de uno de sus compañeros.
A la vez, trabaja en la música, que es algo que aprendió desde muy chico, cuando vivía en Sucre, y entró a un centro de rehabilitación.
He aprendido a tocar varios instrumentos de percusión y de cuerdas. Me dedique a la música y hasta hoy en día me ha servido para mantenerme y mantener a mi familia”.
Ahora, Wilfredo es bajista del grupo electrónico Bronces de Quillacollo y colabora con otras agrupaciones similares. Tiene una hija de 16 años y un hijo de nueve. Su esposa es vidente y se desempeña como trabajadora del hogar.
El director del Instituto Boliviano de la Ceguera (IBC) en Cochabamba, Juan Veizaga, informó que de los 700 no videntes registrados en el departamento, sólo un 20 por ciento corresponde a adultos, un 50 por ciento son adultos mayores y muchos del área rural. El 30 por ciento son niños.
Para los adultos, no basta con exigir empleos que deberían crearse para los no videntes, sino que para hablar de una inclusión laboral debe haber capacitación y profesionalización para el sector.
Dentro de la rehabilitación “estamos pidiendo respeto a nuestros derechos en igualdad de oportunidades”. Entonces, también algunas obligaciones que cumplir”, comentó el dirigente de los no videntes.