Procurando estar peor
En materia de educación estamos con algunas premisas irrefutables y verificables por la simple realidad de los hechos, y entre estas tenemos: (i) Ningún gobierno desde hace casi 200 años, le dio a la educación el lugar que requería; (ii) no se formularon planes educativos serios que permitan vislumbrar el mejoramiento de maestros y alumnos; (iii) la educación servía básicamente para que los políticos nombren a un Ministro de Educación, sepa o no esta materia, y se manejó políticamente de acuerdo a los intereses de los grupos que detentaban el poder, llegándose a su máxima expresión manipulativa en el proceso de cambio, cuando se cambió la ley, no para mejorar la educación, sino para introducir mecanismos de adoctrinamiento dentro de lo establecido por el Grupo de Sao Paulo; (iv) en este proceso eleccionario sui generis (al igual que en el fraudulento de 2019) ningún candidato tiene programas serios de políticas de Estado, incluyendo a la educación con miras al futuro.
Así que, independientemente de los resultados electorales, la educación (y la salud) van a seguir perdiendo, porque los candidatos siguen con el chip de ganar el poder, entrar al Palacio Quemado y que les suelten los perros, porque irán arreglando la carga en el camino. Siguiendo con la mentalidad atávica del boliviano que si algo puede mejorar, hay que hacer lo contrario; si está prohibido salir, hay que buscar pretexto para estar afuera; si se consiguió superar casi 14 años de latrocinio y despilfarro sacando un Gobierno nefasto, hay que procurar tomar acciones para que sigan vigentes y creciendo y no tratar de que no vuelvan, etc.
La grave crisis del coronavirus, obviamente, ha desnudado la pobreza del país y, no vamos a negar, se tomaron algunas medidas para enfrentar las consecuencias sanitarias y económicas, por supuesto dentro de nuestras limitaciones propias de subdesarrollo.
Respecto de la educación, fue un acierto designar como ministro a una persona que demostró, en el pasado, sindéresis, ecuanimidad y prudencia. Y, si tenía ideas para encarar sus funciones (con los límites propios de la temporalidad del Gobierno de transición), la pandemia destrozó cualquier mejor o buena intención.
Pero, por otra, en lugar de encarar un poderoso cambio en la matriz educativa, introduciendo los medios virtuales y la tecnología, que son parte indisoluble del futuro educativo, deciden –con más de cuatro meses de anticipación– que no habrá alumnos reprobados en este año escolar y que la gestión continúa, casi hasta el final de 2020, para mantener la presión (que ya a muchos les cuesta) de seguir estudiando y formándose, aunque sea a tropiezos en esta nueva modalidad. Habrá sido un mal asesoramiento para aliviarse de los reclamos de los padres de familia y, cuando no, de los maestros. Lamentablemente, el resultado es el bajísimo interés de gran parte del alumnado, porque saben que ya pasaron, mejor sin estudiar, mejor sin esforzarse.
Por si fuera poco, la gobernación de Santa Cruz como algo que viene de iluminación divina, dispone que quienes vencieron la Covid-19 y donen sangre, entrarán directamente a la universidad, sepan o no sepan, estén o no preparados y así saldrán profesionales mediocres para reinar en un país mediocre.
El autor es abogado
Columnas de FERNANDO RODRIGUEZ MENDOZA