Universidades públicas y "copy & paste" frente a la pandemia
Bolivia tiene una amplia oferta académica que se traduce en el funcionamiento de las universidades públicas y privadas, además de entidades con régimen especial. En teoría las universidades del Estado están convocadas a desempeñar un rol fundamental en los campos de la economía, la ciencia, la medicina, la agropecuaria, la zoología, en las artes, en fin, en todo aquello que tenga que ver con el desarrollo integral de todo un país.
Las universidades públicas de Bolivia: San Simón (Cochabamba). San Andrés (La Paz), San Francisco Xavier (Chuquisaca), Siglo XX y Tomas Frías (Potosí), Técnica de Oruro), Pública de El Alto, Gabriel René Moreno (Santa Cruz), José Ballivián, (Beni), Amazónica de Pando, Misael Saracho (Tarija) han tenido una oportunidad de oro para demostrar y hacer ver al país que están por alguna razón complementaria importante y no solo la de formar a los futuros profesionales o enfrascarse cada cierto tiempo en interminables elecciones para titulares de rectorado, vicerrectorado, decanaturas, centros internos, consejos universitarios, etc., o gritar en las marchas “presupuesto para la U”.
Esa oportunidad ya dura un año y un poco más, pero significó lo contrario para todos estos centros universitarios pues agudizaron sus crisis: económicas, internas, de gestión, de credibilidad, sin incidir en un campo sensible y necesario para el Estado Plurinacional y sus habitantes: la salud.
Esa oportunidad que la universidad boliviana no supo encarar es la pandemia de Covid-19. A diferencia de otras universidades de EEUU, Rusia, Inglaterra, España, Alemania, Chile, países en los que la academia aportó con programas de investigación e incidencia en políticas sobre el rumbo y las ramificaciones de esta pandemia cambiante y cada vez más disparada y letal.
Ninguna universidad estatal de Bolivia aportó con estudios serios, proyectos de investigación, trabajos científicos sobre lo que significa para el país la presencia, el crecimiento, la expansión y el peligro de la pandemia de Covid-19. La segunda universidad más grande, en número de estudiantes y de presupuesto, la Gabriel René Moreno, se dedicó a presentar a un supuesto científico del exterior, que venía con la fórmula mágica para hacer frente a la pandemia: la aplicación del dióxido de cloro, cuestionado y prohibido no solo por la Organización Mundial de la Salud y científicos notables, sino también por la misma Facultad de Ciencias de la Salud de la universidad cruceña.
De igual modo, la universidad minera de Siglo XX, fue un paladín para impulsar la Ley del Dióxido de Cloro, como si fuera ese un gran aporte científico y médico para estos momentos cruciales de la humanidad.
Un aporte que no les hubiera demandado muchos esfuerzos intelectuales ni económicos sería despejar algunas incógnitas acerca del número de muertos e infectados por regiones, y porqué en unas es alta y en otras, baja, como Santa Cruz con la mayor cantidad de casos y Tarija en menor escala.
La Escuela Militar de Ingeniería, como gran cosa, anunció que ponía a disposición “varios diseños de productos, cuando estaba escaseando el alcohol en gel, se presentó a la sociedad, la dosificación y los pasos a seguir para la fabricación casera pero efectiva de dicho producto y otras alternativas, ello freno de alguna forma, el agio y la especulación”, precisa en su portal el rector de este centro académico, Cnl. Iván Omonte Sejas.
Cuán importante hubiera sido que las autoridades máximas de las universidades públicas hubieran impulsado proyectos de investigación en salud a raíz de la presencia de la pandemia, y luego presentarlos al gobierno de turno para impulsar acciones de prevención, información, tratamiento e incluso fabricación de insumos o medicamentos para combatir al virus, así como lo hicieron otras universidades de otros países.
Sin duda, que el sistema universitario público se aplazó en esta pandemia, por cuanto su trabajo consistió en un copy and paste (copiar y pegar) de recetas, recomendaciones o de estudios de otros centros universitarios. La academia está para más y debe dar más, porque concentra recursos humanos capacitados e innovadores, quienes hubieran demostrado sus talentos de científicos frente a la pandemia de Covid-19, hito médico de enorme trascendencia e implicancia para el futuro de la humanidad.
Si bien, la pandemia hizo escapar a rectores y docentes, están aún a tiempo para encarar planes y acciones de aquí para adelante, por cuanto, el rol que no han podido desempeñar hasta ahora, pueden ejercerlo frente a los retos que nos esperan.
Como lo especifica el director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, Francesc Pedró: “Tenemos que darnos cuenta de que buena parte de las soluciones en el ámbito de la investigación, para esta pandemia y para otras que puedan venir en el futuro, probablemente esté en los laboratorios de las universidades y probablemente las claves de la recuperación económica estén también, en buena medida, en la capacidad de nuestras universidades para generar ese talento humano que en el fondo se traduce también en emprendeduría, en innovaciones que luego producen riquezas”.
El autor es licenciado en filosofía y periodista
Columnas de HERNÁN CABRERA