Don José
El 26 de octubre es una fecha importante para Bolivia, pero no porque alguien cumpla años, sino porque es la efeméride del histórico ascenso de Simón Bolívar al Cerro Rico de Potosí.
¿Por qué fue que subió? Más allá del cumplimiento de promesas y compromisos, ese gesto tenía un poderoso significado: aquel cerro había sido el que ayudó a construir el imperio español y ese día estaba bajo sus pies, y en él plantó las banderas de la libertad.
“Y debió ser ciertamente el más feliz en la vida de Bolívar, ese día notable en que ascendió a aquel pico clásico de los gigantescos Andes, con cuya grandeza competía la del que había llegado al zenit de la fama”, escribió el general William Miller en sus memorias de aquel suceso.
Los días en los que el Libertador permaneció en Potosí fueron importantes porque marcaron varios hitos, entre ellos el nacimiento de la diplomacia boliviana, pues Bolívar recibió a la misión oficial de las Provincias del Río de la Plata integrada por Carlos Alvear y José Miguel Díaz Vélez, que llegaron en calidad de ministros plenipotenciarios.
Pero la anécdota que marcó aquella visita fue su romance con doña María Costas, que era esposa del general Hilarión de la Quintana. Al año siguiente, doña María tuvo un hijo que ella proclamó como del Libertador. El vástago fue bautizado como José y solo llevó el apellido de la madre. Años después, cuando ya era un hombre, conoció a Pastora Argandoña, que era hija de un hombre que tenía extensas tierras en Caiza, y vivió allá, con ella, el resto de su vida y tuvo tres hijos.
Cuando se sintió próximo a morir, pidió casarse con su pareja de toda la vida y el matrimonio se celebró el 2 de octubre de 1895. Ante el sacerdote, dijo ser hijo de Simón Bolívar y el cura, David Padilla, puso el dato en la partida de entierro que, así, se convirtió en la única prueba documental de la existencia de un hijo del Libertador.
Los Costas se multiplicaron en Caiza, donde años después se fundó una escuela normal de maestros, una escuela primaria y un colegio. Este último se llama Pablo VI y allí estudian estos tres jóvenes bolivianos que llegaron al cuarto lugar en el torneo mundial de robótica realizado en Ginebra, Suiza.
Puede que una cosa no tenga que ver con la obra, pero es indudable que Caiza se ha ganado el derecho de figurar en las páginas más importantes de la historia de Bolivia.
Y eso comenzó en la segunda parte del siglo XIX, cuando José Costas se paseaba por las tierras que un día fueron de don Camilo Argandoña, las mismas que se vistieron de gala para recibir a sus estudiantes, no con el boato con el que se recibió a Simón Bolívar, pero sí con el orgullo de quien sabe que ha hecho bien las cosas.
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA