Especies humanas
Se asegura que no existen razas en el animal humano, como que existen en el resto de sus congéneres vertebrados, pero lo que no se puede negar es la existencia de variedad de especies humanas.
Hay una que escribe bien y carga ciertas onzas de cultura por lo que haría presumir su ventaja sobre las demás. Veamos si eso es cierto. “Soy escritor por timidez. Mi verdadera vocación es la de prestidigitador. Para mi ser escritor es un mérito descomunal, porque soy muy bruto para escribir. Para terminar media página en ocho horas de trabajo, peleo a trompadas con cadapalabra y casi siempre es ella la que sale ganando” (García Márquez), pero para otros escribir todo un libro es “pan comido”.
El humano retiene en su mente sólo lo que le interesa, eso es la cultura: “lo que queda después de lo que no queda nada”; por eso, qué insondable es el espíritu de cada quien. Solo él sabe lo que tiene adentro, solo él en verdad sabe quién es, aunque a veces ni él mismo se conoce. Me soy completamente familiar, implícitamente sé cómo soy, salgo a la calle, saludo a la gente, me saludan, me aproximo a una vitrina y de pronto que sorpresa, veo en el reflejo a un individuo… pero soy yo, qué distinto, que ajeno, no soy como creía ¿ese soy yo?, qué raro.
En fin, quién sabe lo que otro es, lo que le interesa, y es aquí donde comienza el drama, porque de acuerdo a ese interés dentro de la fauna humana existen especímenes de toda índole, desde los más viles y canallescos hasta los más nobles y dignos. A estos últimos no encuentro necesidad de describirlos, valen mucho por sus propios actos y se los ve.
Pero hay un espécimen de la fauna culta que provoca curiosidad, es aquél que vive feliz vendiendo su pluma por donde mejor le conviene, ¿por qué es así? No lo sé. Mariano José de Larra, el “Pobrecito Hablador”, escribió un expresivo artículo titulado “Modos de vivir que no dan para vivir”, pero para dar respuesta a la curiosidad yo cambiaría este título por “modos de vivir que dan para vivir” y para vivir bien o muy bien y dentro de éstos aparece el peor de todos, el que escribe, el que sirve y alaba al poder político de turno, no importándole de qué madera están hechos el gobierno o el jefazo. A ellos les escribe loas públicas, se arrastra tras ellos, esperando le caigan las migajas de la mesa del patrón, es “su modo de vida para vivir bien” y así vive escribiendo y escribiendo, comiendo y bebiendo.
Si siguiera las pautas del conocidísimo y muy negado César Lombroso o del criminólogo alemán Hans Von Hentig diría que esta variedad humana tiene los rasgos somáticos y el alma típicos del buen vividor.
Siempre anda riendo o sonriendo, es amable y hasta cortés, se hace llamar por su diminutivo, “Pedrito”, “Juanito” o lo que sea; por naturaleza lombrosiana y por espíritu hentingniano su rostro había quedado estampillado para siempre con una sonrisa permanente, no por la desgracia del noble y leal “Hombre que Ríe” de Víctor Hugo, sino por designios de la cruel naturaleza y esto sí que le es ventajoso, le hace ganar confianza ante los incautos y le abre las puertas para quedar bien con el que le conviene, con los políticos de turno.
Pero que importa todo esto, la cosa es que vive feliz y se ríe de todo el mundo. Quedará esperando a otro que llegue al poder.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA