El bien común
En medio de la multicrisis que sufrimos (económica, energética, ambiental, política, etc.), vivimos una crisis social; y no me refiero a esa crisis social referida a la salud, la educación, o el empleo, sino a una crisis más profunda, la crisis de valores y, dentro de ella, a la pérdida de la idea del “bien común” en la ciudadanía y que es la causa de muchas de las otras crisis.
Esta pérdida del concepto del “bien común” en los últimos años, es consecuencia de una concepción de manejo estatal sectario y de las políticas unilaterales y discriminatorias dictadas por el MAS en favor de intereses sectoriales o corporativos de su base social, que bajo el argumento de “ahora nos toca”, han parcelado y destruido la idea de interés nacional, de bolivianidad y del “bien común”. Así, el MAS excluyó a la ciudadanía, a los empresarios y al pueblo en general, de las decisiones más importantes que se han tomado durante su gestión. El parlamento, que debiera haber sido el espacio político de debate y concertación para construir ese concepto fue cooptado por una tendencia partidaria hegemónica que se dedicó a legislar en interés de grupos corporativos o movimientos sociales (interculturales, cooperativistas mineros, contrabandistas, cocaleros, etc.). Esta tendencia se ha visto agravada por la equivocada convicción que tienen muchos grupos sociales del patrimonialismo estatal (usufructo del Estado en interés personal o de grupo particular) acompañado de un alto grado de corrupción en los diferentes estamentos del aparato estatal.
Todavía no salimos de esta pesadilla y algunos radicales del otro polo neoliberal creen que sólo los empresarios podrán resolver la crisis si se les facilita desregulación laboral, disminución de impuestos, fronteras abiertas y libertad irrestricta a su accionar, en el entendido que el “bien común” y el bienestar social se produce por el desborde de las migajas del banquete empresarial.
Las circunstancias actuales nos obligan a superar las tendencias polarizantes que inducen a imponer los intereses individuales o de uno u otro sector empoderado o hegemónico por sobre los intereses y necesidades de la sociedad. Reiterar esa valoración y conducta supremacista o impositiva que practicó el MAS y que muchos otros creen que les ha llegado el turno de gobernar, nos llevará a repetir los errores y sus lamentables consecuencias que ya las vivimos también durante los 20 años de hegemonía neoliberal (1985-2005).
La construcción del “bien común” no es consecuencia automática de la sumatoria de bienes individuales dispersos, atomizados y sin cohesión social que pueden tener indicadores exitosos en un mar de exclusión social y desigualdad profundos; sino el producto y articulación de intereses consensuados que expresan el acuerdo de la ciudadanía sobre temas fundamentales para su convivencia. El bien común contiene los intereses consensuados de los componentes sociales, pero es indivisible en sus particularidades y no atañe a los intereses singulares de las personas sino a la relación entre ellas que se expresa como síntesis de sus demandas e intereses.
El “bien común” no es una concesión gratuita o filantrópica de quienes detentan el poder circunstancial, tampoco consiste en imponer unos criterios disputados, pero no consensuados, en una unidad no articulada, ni consiste en construir capital material o monetario para el usufructo coyuntural. La idea de “bien común”, significa, fundamentalmente, construir un capital social de acuerdos alcanzados para una adecuada convivencia, en tanto relaciones solidarias de unidad en la diversidad, que permita un proceso sostenido de desarrollo.
La construcción de las líneas gruesas del “bien común” no puede darse en reuniones o eventos ocasionales, sino que debiera ser parte de un proceso sostenido de diálogo empático y búsqueda de consensos. ¿No podría ser una instancia en la que representantes del Estado, empresarios, trabajadores, colegios profesionales, campesinos y organizaciones sociales, constituyan un Consejo Consultivo Económico Social que recoja, analice y sugiera al parlamento o al poder ejecutivo, o a ambos, políticas de Estado en interés de la ciudadanía en general?
Como ciudadanía es importante recuperar la conciencia de “bien común” y su reconstrucción procesual que se alcanza, en solidaridad, entre los diferentes componentes de la sociedad, como proceso de interés colectivo y como piedra angular que permita otra serie de procesos sociales más justos. Así, el bien común permitirá definir los marcos de referencia de los consensos logrados dentro de los cuales puede ejercerse, a plenitud, la libertad individual. El proceso electoral del próximo año puede ser una excelente oportunidad para poner este tema en la mesa de debate.
Nota.- Los Tiempos y la plataforma UNA Nueva Oportunidad fomentan el debate plural, pero no comparten necesariamente los puntos de vista del autor.
Columnas de EDGAR CADIMA G.