Estrellas fugaces en el paseo de la fama
Noa Pothoven era una joven holandesa que sufría de una fuerte depresión. En su cuenta de Instagram anunció que había dejado de comer y beber, y que moriría en pocos días. El Daily Mail, un tabloide británico, fue el primero en publicar la noticia refiriendo que la joven había pedido una eutanasia, procedimiento permitido para menores de edad en Países Bajos. La nota fue reproducida en el diario Newsweek. El Washington Post, un diario considerado confiable, también publicó la nota. De allí en muy poco tiempo apareció en medios de todo el mundo, como Corriere della Sera de Italia o El País de España, llegando incluso a diarios locales. Solo entonces una periodista británica, Naomi O’Leary, buscó la fuente de información original para contrastar datos y descubrió que no se trataba de un caso de eutanasia sino de suicidio.
De cierto modo es el mismo camino que siguió la noticia de la estrella en el Paseo de la Fama de la banda Poopó: una publicación en su red social, la reproducción en varios canales sociales, la publicación en un medio confiable (la ABI) y la reproducción en medios nacionales hasta la viralización incluso por parte del presidente Morales, para luego descubrir que no se trata de una noticia real: un medio contactó la Cámara de Comercio de Hollywood para cotejar datos y descubrió que no existía esa estrella.
Tres apuntes: uno. Es curioso cómo las redes pasaron de ser consumidoras de noticias a ser generadoras de información. Lo que se publica en las redes no se queda ahí, se ha convertido en agenda. Pero los usuarios no son agencias de noticias. Los medios sociales son un espacio para la vida personal, la creatividad y el morbo. Hay que tomar la información producida allí con pinzas.
Dos. Siempre hubo noticias incompletas, equivocadas, malintencionadas; pero nunca hubo tanta velocidad en la reproducción de información. Las noticias “falsas” se comparten ocho veces más rápido que las noticias “reales”. ¿Qué las mueve? La indignación vende. El escándalo vende. La sed de primicia no es algo exclusivo de los medios, sino que también la tenemos los usuarios.
Tres. El deber de los medios es filtrar, cotejar información. En un ambiente donde los medios necesitan los clics de los lectores y se cuentan las visualizaciones para la venta de publicidad, se hace difícil tomar el tiempo de contrastar información. Pero estas dos experiencias son un fuerte llamado de atención para replantear la ética periodística ahora, antes de que entremos de lleno en etapa preelectoral, donde será difícil resistirse al clic fácil en el particular “paseo de la fama” de los medios sociales.
La autora es escritora.
Columnas de CECILIA DE MARCHI MOYANO