Lo que nos enseña “Sapiens” (II)
La obra Sapiens, de Yuval Noah Harari, profesor de historia en la Universidad de Jerusalén, lleva como subtítulo De animales a dioses e intenta abarcar, de manera cronológica, la historia del hombre, deteniéndose en aquellos momentos que constituyeron puntos de referencia en la vida del Homo sapiens.
Nuestro propósito es brindar aquellos hechos o situaciones fundamentales, desarrollados por Harari en su obra, que nos permitan adoptar una perspectiva del mundo en que vivimos y hacia dónde vamos.
El matrimonio de la Ciencia con el Imperio se conjugó adecuadamente con el credo capitalista. Al inicio los negocios eran un juego de suma cero, es decir, ganar algo significaba que alguien perdía algo, entonces la gente no quería arriesgar lo que tenía, por tanto, la economía no crecía.
En 1776, Adam Smith, en su obra La riqueza de las naciones, destaca que “la codicia es buena” porque al hacerme rico beneficio a todos, pues los excedentes que produzco me permiten invertir más y de esa manera el pastel se hace más grande cada vez. Corolario: la gente rica es la más útil de la sociedad porque hace girar la rueda en beneficio de todos.
Hacia finales del siglo XVIII, Asia era el motor económico del mundo, pero el crédito tenía un papel secundario en China, India y países musulmanes; los reyes y generales de esos países tendían a despreciar a los mercaderes y al pensamiento mercantil.
Por otro lado, Europa carecía de capitales hasta llegar Colón y el descubrimiento de América que proporcionó riquezas considerables a España. En 1568, Holanda era apenas un rincón pantanoso de España, pero en apenas 80 años gracias al crédito logró convertirse en el Estado más rico de Europa; posteriormente ese país se perdió como motor mundial de la economía debido a la complacencia y costosas guerras continentales.
Fue entonces cuando Francia e Inglaterra se disputaron esa posición de manera violenta hasta que se produjo el escándalo llamado “La Burbuja del Mississippi”, consistente en una gran inversión francesa para colonizar el valle inferior del Mississippi, en América, financiada con la venta de acciones en París, empero, la operación tomó cariz especulativo y llegó el pánico. Francia trató de sostener la empresa sin éxito y sobrevino el desastre financiero, desprestigiando a Francia y el sistema francés cayó en manos de Inglaterra. El rey Luis XVI evidenció que su país dedicaba la mitad de su presupuesto para pagar los intereses de la deuda contraída por el malogrado proyecto del Mississippi, por lo que no le quedó más remedio que convocar al Parlamento francés que no se reunía hacia siglo y medio. Ahí comenzó la Revolución Francesa.
En el siglo XIX, el capitalismo salvaje se desbordó en Europa y en África, pero se refrenó entre 1908 y 1945 debido a la amenaza del comunismo; sin embargo, este sistema resultó ser peor que el capitalismo de manera que la solución fue hacer crecer aún más el pastel capitalista para que todos recibieran más.
La economía siguió su curso y cuando pareció que el crecimiento tenía sus límites debido a que las materias primas y la energía son finitas, las inversiones realizadas en investigación científica y tecnología mostraron lo contrario. Hay señales muy claras del avance científico y tecnológico: la esperanza de vida, la mortalidad infantil, la ingesta calórica y otros indicadores, se traducen en el mejoramiento del nivel de vida promedio entre 1914 y 2014.
Asimismo, es evidente que en el pasado solo el cuerpo humano y el de los animales contaban con la energía o potencia muscular para construir casas y en el caso de los bovinos para arar campos y transportar mercancías.
Las plantas eran quienes –en último término– dotaban de energía al hombre y a los animales siendo el caso que dichas plantas obtenían su energía del Sol, por consiguiente, la historia humana estuvo dominada por dos ciclos: los ciclos de crecimiento de las plantas y los ciclos de energía solar. El mundo se animaba cuando la energía del Sol se convertía en trigo, arroz, papa.
Empero, el invento más importante de la producción de energía se dio cuando el hombre se percató de que el calor se convertía en movimiento, surgiendo entonces la máquina a vapor. A esto se unió la “cinta transportadora” para la producción en serie de gallinas, cerdos, vacas.
No obstante estos logros, emergió el aspecto ético cuando el experimento de “Los monos de Harlow” nos comprobaron que los animales sí sufren y tienen vida emocional, sin embargo, la producción no se detuvo, por el contrario, se transformó en consumismo como justificación para hacer crecer la economía.
Hoy en día, la situación es tal que el Sapiens tiene el control de los materiales y la energía mientras destruye otras especies, a pesar de saber que el desastre ecológico puede poner en peligro al propio Sapiens. Afortunadamente, la Naturaleza no puede ser destruida: hace 65 millones de años un asteroide aniquiló a los dinosaurios y abrió el camino a los mamíferos; en el año 1700 éramos 700 millones de personas, ahora somos 7.000 millones.
Antes de la revolución industrial los humanos seguían sus vidas bajo viejos esquemas: familia nuclear, familia extendida y comunidad local íntima, pero esto cambió con la llegada del Estado y el mercado que hizo fuertes a los individuos que buscaban ser felices.
El camino hacia la felicidad ha sido logrado gracias a la paz real, dado que las guerras internacionales se han hecho raras a partir de 1945 debido a la amenaza que representa la aniquilación nuclear; en cambio, es muy posible que la edad dorada que hemos vivido en el último medio siglo se vea amenazada por una catástrofe provocada por la falta de equilibrio ecológico. Volviendo al tema de la felicidad sabemos que ésta se trata de experimentar sensaciones placenteras en el cuerpo y nuestro sistema bioquímico nos permite esas sensaciones, aunque no duran mucho tiempo.
Ya sabemos que el dinero, casas lindas, puestos de trabajo poderosos (cosas externas) no proporcionan felicidad, pero también sabemos que la más duradera proviene de la serotonina, dopamina y oxitocina, por lo que el camino para alargar la felicidad sería manipular nuestro sistema bioquímico.
Aunque es así, existen otras maneras de ver la vida y la felicidad; esto sucede cuando vemos que la vida tiene sentido y vale realmente la pena. Nietzche decía: “Si uno tiene una razón para vivir, puede soportar casi todo”. En la Edad Media, con la promesa de la vida eterna en el más allá, se veía la vida con más significado.
Si exploramos el budismo que tiene 2.500 años estudiando la esencia y las causas de la felicidad, encontramos porqué los científicos han tomado tanto interés en estudiar su filosofía y prácticas de meditación.
La obra del profesor Harari empezó diciendo que la historia siguió a la física, química y biología, pero en el siglo XXI vemos que el Homo Sapiens trasciende esos límites y que la selección natural de Darwin puede ser sustituida por el diseño inteligente de tres maneras: ingeniería biológica, ingeniería de ciborgs (una parte orgánica y otra inórganica) y la ingeniería inorgánica, de forma tal que el Homo Sapiens, en el transcurso de los milenios, se transformó en el amo del planeta y terror del ecosistema, ahora está a punto de ser un Dios eterno con poder de creación y destrucción.
El autor es economista
Columnas de RAÚL TORRICO