Lu-Chin Ming
Cuenta la leyenda que en el reino del MAS-Acá, había un principito llamado Lu-Chin Ming a quien le cedieron un hermoso reino. Este lugar tenía riquezas inconmensurables como litio, manganeso, y delfines rosados únicos en el mundo, así como agua dulce, una buena parte de la Amazonía y mucho más.
El principito, cegado por la codicia, confirió la explotación de esta tierra al Reino Amarillo de Tekito Todito.
Los súbditos de ese reino necesitan compensar sus carencias amatorias y por eso, vienen a quitar los dientes de los jaguares, a contaminar las aguas de MAS-Acá con mercurio, a talar árboles para ampliar terrenos de mono cultivo, o a apropiarse de las reservas de agua dulce.
Próximamente, abrirán sucursales de sus bancos en el reino de Lu-Chin Ming, a punta de yuanes, porque les debemos mucho y tenemos que pagarles por el inservible satélite Tupac Katari y otras deudas adquiridas por Shao Lin Evolín, el anterior inquilino de la Pagoda del Pueblo.
De nada sirve que los seguidores de Lu-Chin Ming jueguen a la guerrita contra el Reino de George Washington, abusando de palabras como “imperialismo” y “neoliberalismo”, haciéndolas ver como el mismo demonio, porque están cayendo en la misma lógica: pasan de criticar a un reino, para ser esclavos de otro.
Eso sí, el aparato de la propaganda estatal, pagada con los impuestos de los habitantes de MAS-Acá, sigue funcionando, repitiendo que los malos son los del Norte, cuando en realidad, el verdadero enemigo ya está aquí, saqueando los recursos naturales y haciendo de la ex Bolivia, hoy el reino de MAS-Acá, un páramo quemado, desecado y deforestado.
Y, por si fuera poco, el principito Lu-Chin Ming, se vanagloria de los millones de dólares recibidos por migrantes expulsados del reino por las malas condiciones económicas, acaso, escapando del Dragón Azul y su larga cola burocrática que tiene al pueblo en el barrio de TokoFondo.
Con unos pocos dólares, y no yuanes, que nadie los quiere, se las arreglan para comer, vestir y comprar cositas del contrabando del Reino de MessiChan. No les alcanza para más.
Por suerte, el 2025 será el mítico año de la Serpiente. ¿Será que podremos librarnos de esta maldición nefasta, escogiendo a un líder diferente o agacharemos la cabeza ante el Reino Amarillo Tekito Todito votando por una serpiente azul de dos cabezas? No lo sabemos.
Lo que sí sabemos, es que este es un cuento chino, escrito en el menú de la chifa Bolichán de la avenida Beijing y,
que por suerte, no sucede aquí, en nuestra sublime patria que clama “morir antes que esclavos vivir”.
La autora es periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER