El amor, el poder y el patriarcado
“El amor, el poder, la guerra. En eso consiste la verdad de la vida”. Esta contundente frase de René Zavaleta, en su archifamoso texto 50 Años de historia, explica muy bien gran parte de la política nacional. Amor, poder y guerra se entretejen y, a veces, no se distinguen.
El escándalo entre Félix Patzi y su expareja Maziel, que puso en vilo la candidatura del heredero de la izquierda, Andrónico Rodríguez, es la muestra más actualizada y evidente de que Zavaleta tenía razón. Pero no es el único ni el más famoso de los escándalos.
La historia nacional está regada de situaciones en las que el amor y su hermana, el odio, definieron, iniciaron o alimentaron contiendas políticas. Los engaños, traiciones, cuernos y despechos han construido y destruido más cosas que los programas y planes que con tanto afán articulan los partidos políticos.
Revisando solo la etapa democrática, nos vienen a la mente escándalos como el del “compadre” Carlos Palenque. El líder de Conciencia de Patria armó todo un talkshow noventero de alto rating con la ruptura que tuvo con Mónica Medina, la Comadre. La frase “no me hablen de ella” marcó toda esa generación, al igual que la muerte del compadre, por infarto (le rompieron el corazón, decía la gente) que prosiguió con el funeral más televisado de la historia política del país. El compadre también tuvo una relación con la comadre Remedios Loza, la primera mujer de pollera en el Congreso.
A todos los presidentes de la época neoliberal les tocó algún escándalo relacionado con amoríos, que tuvo efectos electorales. Con Sánchez de Lozada se especuló una relación nunca confirmada con una conocida modelo cruceña. A Banzer Suárez le tocó desmentir otras tantas y ni siquiera Carlos Mesa se salvó de las conjeturas.
Otro “lío de faldas” que cambió el rumbo de la política boliviana fue el de Evo Morales con Gabriela Zapata en 2016. Tal vez el escándalo más comentado de la última década. La joven cochabambina, casi 25 años menor que el entonces presidente, mantuvo una relación palaciega de la que habría nacido un hijo. “Habría”, porque nunca se supo si el niño nació y murió, si fue sacado del país o si sigue vivo.
El hecho es que el caso fue fundamental para la derrota de Morales en el referendo constitucional de 2016, que le dijo No a su reelección, suceso que luego se relacionó directamente con la crisis de 2019. Cuánto afectó el caso Zapata en la vida política del país y el campo nacional popular, en general, puede ser un tema de tesis.
Otro gran tema, es el afán de Morales de “enamorarse” de mujeres jóvenes. Hoy, esa “pulsión de amor” todavía pesa sobre el expresidente como una espada de Damocles, pues es acusado por salir con una menor de edad e incluso de tener un hijo.
El caso de Patzi-Maziel no es menos patético. Ambos fundaron MTS, construyeron su estructura y eran presidente y vicepresidente. Ella escribió libros sobre él. Algo pasó y se separaron. Con el desamor, se partió la sigla. Hoy se debate en tribunales a quién pertenece MTS. Este 2025 la ruptura amorosa pudo afectar, sin querer, la candidatura de Andrónico Rodríguez, el llamado a ser heredero de la izquierda nacional, tras la caída fulgurante -por amor- de Evo Morales. Sucede que MTS es la sigla sobre la que se construyó Alianza Popular, el carro electoral legalmente inscrito que postula a Rodríguez.
La expareja de Patzi pidió la anulación del MTS porque considera que su expulsión fue injusta. Y para variar, la acompañante de fórmula de Rodríguez, Mariana Prada, está en el ojo de la tormenta por haber apoyado en u un juicio a su expareja, un ciudadano sentenciado por feminicidio. Cuánta tragedia.
Estos casos son solo una muestra. Hay muchos más. ¿Qué hay en el fondo? Eugenio Fernández, citando a Marx, -que también escribió algunas cosas sobre el amor- decía que, en la sociedad burguesa, el amor es un acto de posesión egoísta, que, en el capitalismo, se transforma a en una mera “relación dineraria”. Como la mercancía, el amor se fetichiza y, así, se destruye la capacidad humana sensitiva.
A esto, la politóloga Ana Jónasdóttir añade que el proceso de producción material (la economía) y la reproducción de la vida (sexualidad) son distintos, pero están íntimamente relacionados. Así, no solo el trabajo humano, sino también el amor, son “una actividad práctica humano-sensorial” y tienen una “capacidad creadora de mundos”.
Esa autora propone el concepto del “poder del amor” para explicar porqué los hombres continúan dominando en las sociedades contemporáneas formalmente igualitarias. Así, el patriarcado se construye sobre la explotación del amor de las mujeres hacia sus parejas. Es una tesis radical y cuestionable, pues las mujeres también tienen intereses en una pareja, pero puede ayudarnos a explicar varios de nuestros asuntos.
¿Qué tienen en común Palenque, Sánchez de Lozada, Evo Morales, Patzi y otros?: que buscaron separar sus vidas privadas de su vida pública, dejando las emociones en casa, y cuando estallaron los “escándalos” amorosos, ambos ámbitos, el público y el privado, se volvieron uno solo, causando efectos directos en la política. Así funciona el patriarcado al estilo boliviano.
El autor es periodista
Columnas de NELSON PEREDO