Políticas educativas: ideas para el debate
Hace poco, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) organizó la mesa redonda -disponible en internet- “Perspectivas de la Política Educativa en México”. Ricardo Cuenca (Perú), Bernardo Toro (Colombia), apreciados amigos, y Luis Aguilar (México), propusieron algunas ideas que voy a comentar. No soy, pues, autor de ellas, sino simple intérprete de su pertinencia para los debates que se van dando en nuestro país sobre el tema educativo.
Las apreciaciones sobre los sistemas educativos, dijeron, no siempre consideran las dimensiones social y política que los condicionan y que complejizan los juicios de valor que se pretendan hacer a partir de diversos criterios y referentes conceptuales. Opinar, por ejemplo, sobre el hecho pedagógico de los resultados, tema que nos ha ocupado anteriormente en esta columna, corre riesgos de simplificación, si no integra en el análisis, simultáneamente, todos los componentes que intervienen.
La educación es fruto de una interacción social causal multidimensional que ocurre en el marco de un proceso político en el que confluyen no sólo pluralidad de visiones, sino juegos de poder. Estos elementos interactúan de manera cambiante, dinámica, histórica. Voz de alerta para quienes consideran que su visión de educación queda establecida de una vez para siempre, afirmada con tanta seguridad de su validez que no admite diálogo. Visiones -políticas educativas vigentes o propuestas potenciales- definidas así, son más proclamas dogmáticas que actos de aprendizaje basados en autocrítica, como corresponde a la generación y transmisión del conocimiento y a la educación.
Reconocieron, también, la necesidad de instalar en el imaginario colectivo que la educación es un bien público, superando la dicotomía: educación del Estado/educación privada. Hemos naturalizado el hecho de tener dos sistemas educativos de diferente calidad, lo que ahonda la fractura social. Necesitamos bienes públicos de alta calidad para todos. Desacreditar la educación del Estado boicotea la educación de los más pobres, cuando el esfuerzo debiera ser construir, colectivamente, una educación pública de alta calidad. La educación pública es y será resultado de las relaciones sociales y políticas existentes. Cuando estas son genuinamente democráticas, la construcción colectiva es posible.
La mirada tradicional considera que la solución de los problemas educativos pasa, primero, por resolver los problemas sociales: desigualdad, pobreza… y los políticos: ausencia de visión compartida, partidización, irrespeto a las leyes… Una mirada innovadora haría que la educación pública se convirtiera en el eje estratégico del desarrollo local y nacional. En los países que hoy consideramos paradigmáticos, convertir a la educación en el eje de la solución de los problemas fue la decisión estratégica. ¿Podría ser, también, la nuestra?
El escenario innovador, claro está, supone un acuerdo global de todos los actores, tal vez difícil e improbable en el corto plazo. Pero imprescindible, dados los elementos de contexto supranacional que se imponen por encima de las trincheras ideológicas: la economía digital intensiva en conocimiento, el cambio climático y la necesidad de instalar el paradigma del cuidado del ambiente, y la recuperación de la identidad propia. La política pública del futuro es de cooperación, de interdependencias y de corresponsabilidad. El enfoque puramente gubernamentalista de las políticas -y del debate- es propio de la vieja manera de gobernar, usualmente tentada de autoritarismo y arbitrariedad.
En la dimensión de lo público, la evaluación de las políticas es imprescindible, para saber cuáles están funcionando y cuáles, no, con información independiente, confiable y transparente. Evalúan, en realidad, la efectividad de los gobiernos, pues se supone que estos son efectuadores de resultados y no sólo predicadores de futuros. Gobernar es una acción performativa, no discursiva.
El autor es doctor en ciencias de la educación
jorge.riverap@tigomail.cr
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