Los discursos de la demagogia
Los “oradores” se lucieron este año como nunca. Desplegaron una faramalla patriotera impresionante. Hicieron su agosto, en agosto. El festejo central, al ser sustituida la república por el Estado Plurinacional, no se efectuó en la Casa de la Libertad, como antes. Ahora, convertido en espectáculo itinerante se realiza en otras partes. Con tanto lucimiento militar, cuesta no creer que pronto Bolivia aparecerá entre las potencias mundiales, con aquella divisa de “El mar nos pertenece por derecho; recuperarlo es un deber”.
El 6 de agosto es aniversario de fundación de la República, de la que ya no existe. Lo que está ahora vigente es el 22 de enero, con su feriado, su wiphala y su lema “patria o muerte, venceremos”. Curado de la amnesia que padecía, el gobernador de Chuquisaca ahora recuerda que Bolivia se fundó en Sucre; anteriormente había manifestado que nada tenía que festejarse en agosto. Con lo que sucede, no hay otro país en el mundo que se muestre orgulloso de estar dividido. Tiene 36 naciones fantasmas.
Dadas las circunstancias, era difícil que los discursos no se contaminaran con la demagogia electoral. Respiramos diariamente esa atmósfera nociva de la politiquería: el mal uso del poder político para mentir y engañar. Demagogo es aquel que invoca con frecuencia un ente abstracto: “yo no quería, pero el pueblo me lo pide”. Es irresponsable en el manejo de las ideas; con cínico descaro suele suplantar la verdad con la mentira. Es astuto, maniobrero y calculador. Su conducta y su palabra semejan la valija del contrabandista, tiene doble fondo.
No se ve con claridad el rumbo que sigue el país. La ocasión no era para pronunciar cualquier discurso; era necesario exponer una visión sintética de la realidad. Muchas cosas se omitieron. Cuando se calla lo que se debe decir y se dice a veces lo que no corresponde, es una forma de mentir. Se expuso el lado brillante de la luna, ignorando la oscura faz del otro, pese a que “la alabanza en boca propia es vituperio”.
La corrupción nos lleva por delante y al narcotráfico no hay cómo frenarlo. Según el expresidente de la CAF la tendencia negativa en crecimiento empezó hace unos seis años, y el director del FMI para el hemisferio occidental dijo que Latinoamérica está por debajo del promedio de países desarrollados. En asuntos de economía, a Bolivia ni se le menciona, pero aquí nos dan con eso en cara; dizque es una brillante excepción.
En cuanto al mar, ni una palabra. Se ha vuelto un tabú el tema, nadie dice nada. Se ha escrito harto: muchas palabras, pocas ideas. Se sigue esperando el informe que se le debe al país. El autoengaño es la peor cosa. El tribunal de La Haya pulverizó todos los argumentos de Bolivia; pero según los escuderos de palacio estamos en mejor posición que antes. Don Jaime Paz tiene razón: “Hemos quemado mal nuestro último cartucho con Chile”.
En educación, otro fantasma corre. En junio del año pasado, PEN Bolivia invitó a debatir el resultado de la reforma en las aulas, pues si a esa instancia no llega, no llega a ninguna parte. Pero la autoridad departamental se hizo la invisible y la UMSS rehuyó su concurso. No asistieron.
Con el 21F las voces de las “plataformas” volvieron a la carga. El silencio es mala respuesta. Al país lo tiene en vilo ese problema. Las normas tergiversadas, el TSE y las primarias, son un solo paquete de engaño. En esas condiciones se le está forzando a ir a las urnas al electorado nacional. Veremos cuál es su respuesta.
El autor es ciudadano de la república
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS