Hernán Siles Zuazo
A juzgar por nuestro incipiente desarrollo de conciencia política y consecuente opinión epidérmica y hormonal, los millennials damos por sentado que Bolivia vivió siempre en democracia. Esto es: desde el mero principio de los tiempos republicanos. No es así ni remotamente. No conocemos la historia de un país afligido por el atropello y el racismo desde su fundación, ni tampoco a los personajes valientes que dedicaron su vida a construir un sistema más justo y esencialmente inclusivo.
Hernán Siles Zuazo (1913-1996) es uno de aquellos pocos y valiosos hombres que defendió los derechos humanos en una sociedad vertical, donde la facultad de elegir o ser elegido para ejercer cargos públicos se restringía abusivamente a los varones que sabían leer y escribir y cuyos ingresos no provenían de servicios domésticos. Sobrellevó, con admirable serenidad, una vida repleta de episodios intensos, de alto riesgo, descritos con detalle en la biografía elaborada por Rafael Archondo Quiroga e Isabel Siles Ormachea, titulada Sobre un barril de pólvora.
Hijo de Hernando Siles Reyes, presidente de la república de 1926 a 1930, Siles Zuazo vivió desde muy joven en un entorno cargado de política. En más de una ocasión se dio modos para asistir a las sesiones de la Cámara Baja, armado con un bastón por si escuchaba a alguien insultar a su padre. Sin embargo, con el tiempo tomó distancia crítica de su progenitor debido al desacuerdo en su afán de prorrogarse en el poder —tan común en los políticos— y en el confinamiento y destierro al que sometió a quienes no compartían su proyecto.
A pesar de la negativa de sus padres, se enroló en el regimiento Illimani y acudió a la guerra del Chaco como soldado raso. Allí convivió con los combatientes aymaras y se conmovió con la mísera situación de estos reclutas que arriesgaban la vida por un país que pisoteaba sistemáticamente sus derechos.
En 1942, fundó el MNR junto a significativos personajes revolucionarios, grandes todos ellos, que compartían el proyecto de arrebatar el mando a la rosca minero-feudal y a los grupos conservadores para transformar Bolivia.
Hernán Siles fue elegido presidente de la república en dos periodos neurálgicos de nuestra historia. Durante la Revolución nacional, entre los años 52 y 60, donde se aplicaron medidas-shock como el voto universal, la reforma agraria y la nacionalización de las minas; y en 1982, a la cabeza de la UDP, instalando la democracia que vivimos tras la cruenta y tonta dictadura de García Meza, donde gobernó en minoría frente a un parlamento abrumadoramente adverso, conformado dos años antes en las elecciones de 1980 —“como si el reloj de la Historia se hubiese detenido, coartando al pueblo el derecho a reiterar la elección de un gobierno con amplia mayoría en las urnas y con un parlamento capaz de respaldar su programa y satisfacer los anhelos populares”, dijo en su balance final—, durante una incontrolable debacle inflacionaria, originada, según él, por el derroche de los recursos financieros inyectados en proyectos faraónicos en los años de Banzer.
A pesar de ser víctima de oposiciones despiadadas, Siles gobernó respetando los derechos humanos, la libertad de prensa y la independencia de poderes. Toleró los daños con firmeza y no recurrió a la represión para suprimir la disidencia. Convocó a un diálogo nacional para encarar la crisis suscitada en su último gobierno y, tras el fracaso del mismo —la empresa privada, los partidos políticos conservadores, los partidos camuflados en la izquierda y sus ex aliados de la UDP tenían ya una agenda definida—, anunció su decisión de acortar su mandato, aportando nuevamente al afianzamiento del sistema democrático que defendió a lo largo de su vida, desde el gobierno, la oposición, el exilio y la clandestinidad.
En un país confrontado, donde imperan los atropellos y prima la desinformación, los millennials debemos hacer un esfuerzo por elevar el nivel de nuestra opinión y nutrirla de fundamentos serios. Acotando la célebre frase de Siles —“Ahora la confrontación es entre los que quieren pasar a los patriotas por las armas, o nosotros, que queremos pasar a los golpistas por las urnas”—, es urgente pasar nuestra opinión por los libros y asimilar, de una vez, que la historia nacional no comenzó el día en que nacimos.
Columnas de DENNIS LEMA ANDRADE