Crisis económica, especulación e incertidumbre
El país vive un momento difícil motivado por una crisis económica no controlada a tiempo por el Estado y por el accionar especulativo de autoridades de Gobierno y analistas desmesurados que han generado miedo e incertidumbre en la población.
La bonanza económica durante el “milagro boliviano” acabó definitivamente el año 2014 cuando empezó a declinar la tasa de crecimiento de Producto Interno Bruto (PIB) del país, inducida entre otras causas, por la sustancial caída de los precios de las materias primas, la reducción de los volúmenes de explotación de hidrocarburos, el incremento discrecional del gasto público y los crecientes niveles de corrupción estatal; hechos que derivaron irremediablemente en un creciente déficit fiscal, el incremento de la deuda pública y la reducción de las reservas internacionales; con el efecto posterior de la caída progresiva de la tasa de crecimiento del PIB, en una evidente tendencia decreciente. A esta crisis emergente, se sumó la crisis sanitaria con la pandemia del COVID 19, que reveló el decremento del PIB boliviano hasta un - 8.74% (según el Banco Mundial).
El año 2022, cuando empezaron a normalizarse las actividades económicas, el gobierno mostro un desmesurado optimismo al comprobar la recuperación de la tasa de crecimiento del PIB de 2021 (que según el Banco Mundial llegó al 6.11%). Sin embargo, se advirtió que tal recuperación, se encontraba dilatada por el “efecto ping pong”, típico en la estadística económica, luego de que se produce una reducción tan drástica del PIB.
Cabía en aquel tiempo, antes que vanagloriarse los datos macroeconómicos, y ante las evidentes señales de que se avecinaban épocas difíciles para el País, la urgencia de ejecutar medidas económicas correctivas, que permitan reencausar la economía boliviana, que empezaba a mostrar señales inminentes de deterioro.
Sin lugar a dudas, que las causas enunciadas entonces, a la fecha, se han agudizado generando una serie de consecuencias negativas: el incremento del déficit en la balanza de pagos, el déficit fiscal, la creciente demanda de divisas profundizada por la importación y subvención de hidrocarburos, el creciente nivel de inflación, la subida especulativa del tipo de cambio y los crecientes niveles de corrupción estatal.
En el intento de establecer propuestas para estabilizar la economía, se han sugerido correctivos de mediano plazo, para subsanar las causas de la crisis económica emergente:
• Incrementar los volúmenes de producción.
• Incrementar y diversificar las exportaciones.
• Incrementar la exploración, explotación y producción de hidrocarburos.
• Negociar de manera inmediata la venta y/o industrialización del litio, con inversores internacionales.
• Reducir drásticamente del aparato Estatal.
• Eliminar la subvención y enajenar las empresas públicas deficitarias.
• Incrementar la inversión.
• Reducir el gasto corriente.
• Erradicar la corrupción estatal.
• Lograr empréstitos blandos y cuantioso de organismos internacionales a la brevedad posible.
Medidas macroeconómicas que sin embargo requerirán de un tiempo relativamente largo para que los resultados surtan efecto.
En el presente y ante el deterioro económico, algunos “analistas” y otros “expertos” políticos, con sus desacertadas intervenciones mediáticas, se han ocupado de generar mayor preocupación e inseguridad en la población, a la que se suma la intervención desatinada e impertinente de algunas autoridades de gobierno, con declaraciones totalmente inoportunas, han generado una ola de intranquilidad y especulación, que ha repercutido fundamentalmente en la subida de la moneda norteamericana en el mercado paralelo.
Considerando que el peor enemigo en los periodos de crisis, es la especulación, creemos que los medios de comunicación deberían jugar un papel más bien de tranquilizar a la población, antes de alarmar con entrevistas sensacionalistas y proselitistas, que solo generan preocupación.
En el mismo sentido, por ahora, se deben desechar medidas de shock, tales como la modificación del tipo de cambio y el levantar abruptamente la subvención a los hidrocarburos; que solo generarían protesta y convulsión social, provocando una ola creciente de especulación con la consiguiente agudización de la inflación y por tanto aceleración de la crisis económica.
Por lo expuesto, la subida de precios en esta coyuntura, no depende del libre mercado, sino que esta sesgada por la desinformación y especulación. En la actualidad existe suficiente oferta de productos locales, emergente de los aceptables niveles de producción regional (los mercados están aprovisionados, salvo algunos productos que se ocultan o son “exportados” a través del contrabando).
Sin embargo, los productos de la canasta familiar, están siendo demandados compulsivamente por las familias ansiosas de almacenar provisoriamente mayores cantidades de las que necesitan, como respuesta a los “anuncios” alarmistas y especulativos.
Considerando que todas las mercancías se rigen por las leyes del mercado; sería bueno que la población tome en cuenta de que, al reducir la demanda, automáticamente bajan los precios hasta niveles normales, por lo mismo, se debe dejar de acudir a los centros de abastecimiento de manera irracional.
De la misma forma se debe tener paciencia para demandar combustibles, en tanto se normalice la situación del aprovisionamiento. Finalmente, no se deben comprar dólares, con el único afán de preservar los ahorros; el dejar de demandar moneda estadounidense, provocará una disminución importante de los precios en el mercado paralelo.
Lo más sensato en este momento, sería encontrar mecanismos que permitan controlar paulatinamente la subida especulativa de precios, en virtud de que aún se cuenta con un importante stock de producción de alimentos y manufacturas nacionales solicitadas por la canasta familiar que, creemos, son suficientes para abastecer la demanda local en un plazo perentorio. En este ámbito, los mecanismos de acción inmediata deberían estar dirigidos a:
• Dejar de comprar temporalmente artículos que por ocultamiento o contrabando han subido de precio, hasta que estos se regularicen.
• No acumular productos.
• Controlar y penalizar los bloqueos.
• Control idóneo del contrabando a la inversa.
• Levantar los controles estatales a la venta de productos que entorpecen las leyes del mercado, provocando un efecto boomerang.
La segunda medida debería estar dirigida a ejercitar un control efectivo e idóneo, (sin visos de corrupción) en la adquisición, distribución, y venta de hidrocarburos.
• Eliminar totalmente los niveles de corrupción desde YPFB y la ANH, en la adquisición y distribución de combustibles.
• Control exhaustivo de contrabando de combustibles en las fronteras.
• Control austero de surtidores que revenden combustible a pequeños distribuidores.
• Control efectivo del desvió de combustibles a actividades ilegales.
• Mejorar los controles de venta de carburantes a vehículos indocumentados.
• Diversificar e incrementar la venta de combustibles con precios diferenciados de acuerdo a la calidad. (gasolinas de mayor octanaje).
• Institucionalizar el horario continuo para evitar el uso excesivo de combustibles.
• Promover masivamente el uso de GNV y energía eléctrica para vehículos.
La tercera medida y quizás la más importante, estará dirigida a satisfacer la demanda de divisas imprescindibles para las importaciones:
• Inyección inmediata de dólares a la economía del País de diferentes fuentes y de créditos para la inversión.
• Evitar la compra de moneda norteamericana.
• Fomentar el incremento de exportaciones.
• Liberalizar de manera inmediata las exportaciones.
• Emisión de bonos y acciones.
Medidas de mediano y corto plazo, que por responsabilidad deberá asumir el Gobierno, para evitar un mayor deterioro económico antes de la asunción del nuevo.
El autor es docente-investigador del IESE-UMSS
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