Sorata: la perla del Altiplano
/Alicia Cortés/
A veces el tiempo es caprichoso. Cruel y duro, deja atrás lo que una vez fue importante. Entierra lugares enteros en capas y capas de polvo, abandonándolos para que se queden en la oscuridad. Y nosotros no somos más que sus alumnos. Olvidamos lo que él nos dice. Recordamos sólo algunas cosas.
Pero la piedra y la montaña no olvidan.
Las antiguas cumbres de nuestro país tienen memoria infinita. Estuvieron desde el día en el que la tierra se formó y siguen con nosotros, observándonos desde las heladas alturas. Recordándonos aquello que hasta nuestros abuelos olvidaron.
Entre sus faldas y valles se protegen pequeños momentos, detalles y joyas. Cuidándolas hasta que un espíritu aventurero decida ir en su búsqueda y desenterrarlos. Con esta motivación, Una Gran Nación salió para encontrar un pedacito del pasado. El equipo se conformó por Alex Pérez, Daniel y Gabriel Coimbra, Diego Nahuel, Rodrigo Lema, Valeria Dorado, Rossa Perales y Jeffry Soria, quienes emprendieron camino hacia una tierra de ensueño.
Caminos de piedra antigua y nieve los llevaron a Sorata, el edén boliviano. Un valle fértil, verde y hermoso donde la historia del país entero camina por callecitas color ocre. Es un lugar donde su gente tiene sonrisas grandes, ojos dulces y almas de fuego. Aquí, la belleza y la lucha se mezclan en el paisaje: en las casas, la naturaleza y el campo. Al llegar, uno no piensa en el complejo pasado que esta encantadora zona tiene. Pero al caminar y pasear, podemos entrever la larga trayectoria de este valle.
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Han pasado 18 años desde los últimos conflictos suscitados en Sorata, un municipio del departamento de La Paz. Lo que alguna vez fue un destino imperdible del turismo en Bolivia se convirtió en un nombre en las portadas y sus hermosas vistas fueron reemplazadas por conflictos. Han pasado aún más inviernos desde las batallas coloniales que, en su momento, azotaron a este centro altiplánico. Con el tiempo, Sorata ha crecido.
El valle paradisiaco ha renovado su belleza, superando los problemas y levantándose por sobre las dificultades que la historia ha puesto en su camino. Hoy, ingresar al valle de Sorata es entrar a un sueño de altos y verdes árboles, de colores brillantes, de cavernas misteriosas en las profundidades de las montañas y paisajes increíbles. Escenas que sólo Bolivia nos puede ofrecer.
Alrededor de esta exuberancia natural, se alza una antigua divinidad: el nevado Illampu.
La sombra de este gigante ha protegido a Sorata durante toda su existencia, enorme e inamovible. A aproximadamente 6.300 metros de altura, esta bella cumbre está entre las más altas de Bolivia, además de ser una de las más complejas; rechazando los intentos de escalarla, orgullosa y mística. Su cumbre helada es difícil de alcanzar, pero ofrece una vista sin comparación: de amaneceres ardientes reflejados en la nieve eterna.
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Es esta presencia, llena de historia y mito, le otorga Sorata un tono mágico, de cuento. Donde los viejos y olvidados dioses de la antigüedad siguen vivos y despiertos, observando los asuntos mortales con serena complacencia. Y en sus faldas, la vida florece, llena de fuerza y carácter, perfecta para conectarse con nuestra historia y raíz.
Más allá del lado místico y profundo de Sorata, existe también un ángulo alegre, inocente y dulce. Sin importar el origen que tengamos o dónde esté nuestro hogar, ya sea en las alturas, los valles o los cálidos trópicos, encontramos hilos y detalles que nos recuerdan al sentimiento común que todos los bolivianos tenemos. Una deliciosa chirimoya, un durazno maduro y un buen plato típico, servido por una dulce mujer que te dice “wawita”. Fugaces momentos que nos recuerdan que, al final, todos venimos de un solo lugar: un país amplio, bello, diverso y, sobre todo, orgulloso.
Observando la inmensidad de nuestra tierra, parados sobre el poderoso Illampu, Una Gran Nación se preguntó: ¿Por qué hemos olvidado esto?
¿Cómo es que el boliviano ha dejado atrás la belleza de su propio país, adorando destinos extranjeros, montañas europeas y paisajes nórdicos cuando Bolivia tiene todo esto? ¿Por qué nos interesamos por el resto del mundo sin nunca mirar hacia adentro? ¿Por qué Zeus o Marte son conocidos, pero el Illampu, nuestro propio dios, está abandonado y olvidado?
Una Gran Nación, junto con Paceña, Los Tiempos y Boliviana de Aviación (BoA), está buscando estos recuerdos. Recuperando y reconectando con los lugares que cargan el significado de ser boliviano, donde nuestra historia, espíritu y belleza se convierten en realidad.
Estamos en casa, sí. Cuidarnos es imperativo. Pero llegará un momento donde el boliviano debe redescubrir a su país, recorrer una vez más los antiguos caminos de nuestra tierra y tal vez, llegar caminando hasta la cumbre del poderoso Illampu, mirar alrededor y darnos cuenta de que Bolivia nunca dejó de ser Una Gran Nación.