El jukumari, la bióloga y el premio a la terquedad
Me causó satisfacción abrir esta semana Los Tiempos y ver que la segunda noticia del periódico señalaba que Vélez se llevó el galardón de manos de la princesa real del Reino Unido
Mi profesor de ciencias naturales en la infancia pasó, muy hábilmente, de obligarnos a estudiar los textos escolares, a fascinarnos por la fauna boliviana tras contarnos la historia fabulada del jukumari, no necesariamente como un cuadrúpedo mamífero sino como un ser de la mitología andina.
El factor folclórico ha ayudado a que al común de los mortales en Bolivia nos suene el nombre popular del oso andino y sepamos de la existencia de estos bellos animales, pero han sido sobre todo las biólogas, científicas y conservacionistas (mayoritariamente mujeres) quienes, mojándose las botas en el barro de la montaña, han hecho más esfuerzos por darle valor simbólico y físico a uno de los personajes centrales del capital natural nacional y continental.
Esta semana precisamente, la científica orureña Ximena Velez Liendo, con estudios de maestría en la Universidad de Leicester, doctorado en Amberes y posdoctorado en Oxford, se ha hecho con el llamado “Oscar” de los biólogos y ecologistas, el prestigioso premio Whitley 2017, concedido por la Whitley Fund for Nature para destacar a aquellos líderes en temas de conservación de la flora y la fauna en todo el mundo.
Pero la labor de las defensoras del oso andino y de su ecosistema no ha comenzado ayer. Cuando la entonces estudiante de biología en la Universidad Mayor de San Simón Ximena Vélez aún caminaba por los pasillos de la facultad de ciencias en 1997, la científica británica Susy Paisley acababa de ganar aquel galardón.
Paisley hoy además de ser una académica de referencia en Europa por sus conocimientos en materia de osos en los Andes, conocidos como “osos de anteojos”, se dedica a contar historias gráficas gracias a sus diseños, dibujos y tejidos inspirados en la más diversa fauna, para crear conciencia de la riqueza que es el patrimonio natural, donando los beneficios de sus ventas a la conservación precisamente de 100 metros cuadrados de bosques por cada metro de tela vendida.
Y así como Paisley fue la primera inspiración de Ximena, cuando era apenas una estudiante, igualmente lo fue una década más tarde, en 2007, la también boliviana Erika Cuéllar, ganando el mismo premio por su contribución en la integración de las comunidades indígenas guaraníes de Bolivia y Paraguay con los biólogos, conservacionistas y su población protegida: los guanacos.
Ximena Vélez hoy puede sentirse contenta de continuar el camino emprendido por sus dos amigas y predecesoras, para elevar la importancia de las discusiones e investigaciones en una de las reservas patrimoniales más ricas de la biósfera, y así facilitar la pacífica convivencia entre nuestros señeros animales y los pobladores de Bolivia y del resto de territorios andinos.
Justamente hace unos días, pedí ayuda virtual para saber qué investigadora, científica, médica o naturalista boliviana ejerció en Bolivia en décadas pasadas, y sólo fuimos capaces de encontrar unas pocas en 200 años de vida republicana, entre las que enumeramos en un recuento rápido a Amelia Chopitea, Eulogia Claros, Hortensia Oropesa, Delfina Smalders, Gaby Alcocer y Emma Anaya.
Me causó satisfacción abrir esta semana Los Tiempos y ver que la segunda noticia del periódico señalaba que Vélez se llevó el galardón de manos de la princesa real del Reino Unido, Anna, hija de Isabel II, para demostrarle al mundo varias cosas: que en Bolivia tenemos capital humano capaz de entender primeramente la magnitud del problema del cambio climático y de la integración del ser humano en su contexto natural, segundo, que tenemos especies únicas que contribuyen al equilibrio planetario, y sobre todo que tenemos una serie de mujeres que luchan contra los estereotipos patriarcales, ya sea desde los microscopios, desde los mercados de abasto o desde el seno familiar.
Vélez, con la acuciosidad que la caracteriza, espera continuar con un proyecto ambicioso en los bosques secos interandinos del sur de Bolivia, donde pretende trabajar con las comunidades y las especies con las que coexisten. Para ella este no es un asunto de ego, de oportunidades o de curiosidad solamente. Para ella la ciencia es un asunto de terquedad.
El autor es gestor cultural
@fadriquei
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