Pura ilusión
En varios países de Latinoamérica parece imposible salir de la influencia del poder militar. Es decir; la ilusión de haber dejado atrás los tenebrosos días de gobiernos militares sigue siendo eso; pura ilusión. Los militares siguen gobernándonos. Venezuela es el caso paradigmático, los militares no ha dejado el poder. Son el poder político real, sostenido por funcionales civiles, incondicionales a sus intereses.
No se trata de una hipótesis, sino de una realidad palmaria. La entrecomillada lealtad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y de la Guardia Nacional Venezolana al errático desgobierno venezolano es una simple simulación y la mera confirmación de que están engolosinados con el poder. No parece interesarles Nicolás Maduro ni la sociedad civil, como el miedo a perder los privilegios de los que gozan. Saben que si cae Maduro también caerán ellos y comenzará a destaparse el remolino de corrupción que enlodará a los cerca de 1.200 generales, cantidad excepcional de militares con ese rango como en ningún país del mundo.
Maduro se ha entregado a la vorágine de los militares el control de importantes sectores de la economía venezolana, cediendo políticamente el control de nueve ministerios de 14 con los que cuenta, a cambio de que lo sostengan en el poder.
Controlan áreas de la economía e infraestructura y sectores que generan renta, como la estatal petrolera Pdvsa, que genera el 96% de las divisas por la venta de crudo. Tienen a su cargo el control y distribución de los alimentos, participación en concesiones mineras y un doble salario cuando ejercen funciones administrativas.
El protagonismo de los militares políticamente es más evidente. Los civiles cada día pierden sus espacios de acción. Los militares muestran aquel sentido de "espíritu de cuerpo" que les proporciona una identidad diferente a la de los civiles.
En ese contexto, hay diferencias entre ambos, los militares poseen armas y los civiles por supuesto que no, los primeros pueden hacer uso de las mismas para lograr la obediencia de los civiles, para reducirlos, para doblegar a cualquier gobernante y someterlo a sus caprichos e intereses. Ya no hay aquella doctrina de la seguridad nacional para evitar la infiltración de la izquierda o de la derecho. Ahora son los intereses económicos, los privilegios, asentados con características constitucionales por Hugo Chávez en Venezuela y por la cadena de dictadores militares que se sucedieron en Bolivia.
Hace tres semanas, estalló el reclamo de la ciudadanía sobre los privilegios militares en nuestro país, cuando Evo Morales anunció la jubilación obligatoria. ¿Por qué los militares se jubilan con el 100 por ciento de sus salarios y el resto de los trabajadores con míseros porcentajes? La respuesta es sencilla; los privilegios tienen que ver con el apuntalamiento de Evo en el poder. Es como si se pagaran bonos de lealtad. La debilidad del gobierno de Morales no puede enfrentar ese desorden, lo que le queda es someterse a ellos.
Columnas de JAIME D’MARE C.