El sueño revisado de la industrialización

Columna
RAÍCES Y ANTENAS
Publicado el 25/10/2021

Si hay algo anhelado y precioso en el imaginario colectivo boliviano es la idea de la industrialización. El tema está en la agenda de las políticas públicas por lo menos desde los años 50. La industrialización es uno de los ejes centrales de la propuesta de gobierno planteada por el MAS hace 15 años.

Con estos antecedentes, no sorprende qué la participación del profesor Ha-Joon Chang, en el 14 encuentro de economistas organizado por el Banco Central de Bolivia, haya suscitado sinceros suspiros ideológicos de los conversos. El profe de Cambridge es un ferviente defensor de la industrialización vía Estado. También se creó una gran expectativa de lo que Chang podía decir sobre el camino seguido por Bolivia. Por supuesto se esperaba una bendición académica del proceso de cambio.

Repasemos las principales ideas de este teórico y veamos cuánto se aproximan o alejan de lo que se hace e hizo en Bolivia en materia de industrialización en los últimos 15 años.

Por un lado, está la industrialización de los recursos naturales. Producción de dos lingotes en Karachipampa, la planta de urea, la generación de electricidad. Por otro, está la creación de decenas de empresas pequeñas y medianas en los sectores no tradicionales como cemento, leche, miel, y otros. Esta es una iniciativa del Estado. Y, últimamente, la creación del programa de sustitución de importaciones.

Ciertamente, el profesor Chang debe haberse llevado una decepción cuando recibió el ayuda memoria del Gobierno que anunciaba, en el título, con letras doradas, la industrialización, pero que en el contenido colocaba estos programas, en general, bastante primarios.

Chang sostiene que los procesos de industrialización que se dieron en América Latina y en otras partes del mundo no funcionaron porque dejaron desatendidos varios temas. A saber:

El primero tiene que ver con la incertidumbre que enfrentan las empresas. Es conocido que cualquier actividad productiva que se realice tiene compromisos irreversibles. Por ejemplo, cuando se opta por un sistema de energía (electricidad o gas), o se eligen proveedores en una relación de largo plazo, o se selecciona tecnología. En todos los casos, la empresa realiza una inversión elevada y es costoso cambiar, en el corto plazo, si algo sale mal. Esto puede generar riesgos, pérdidas e incertidumbre.

Chang sugiere políticas industriales que garanticen la demanda y bajen la incertidumbre: 1) Protección a la industria incipiente de la competencia de los productores extranjeros. 2) Garantía estatal de la demanda, restringiendo la competencia entre empresas nacionales. 3) Reducción de la incertidumbre de la demanda, otorgando un trato preferencial en la contratación pública a las empresas nacionales para que tengan estabilidad de compras.

Aquí no hay nada nuevo bajo el sol. En Bolivia y América Latina, varias de estas medidas ya fueron implementadas, en los años 70 y en la actualidad, con resultados muy pobres. Los aranceles aumentaron el contrabando, las compras estatales terminaron en corrupción, los monopolios para algunas empresas (Entel) acabaron en ineficiencia.

Según Chang, el segundo tema no considerado por las políticas de industrialización es el aprendizaje en la producción.

Sin duda este es un tema clave y ha sido abordado desde varias perspectivas. Fernanda Wanderley habla del capital social defensivo y no productivo. Ejemplo: ciertos sectores, como el de los carpinteros de El Alto, tienen fuertes lazos familiares, sociales, sindicales, e inclusive vienen del mismo pueblo. Están muy bien organizados para la defensa de intereses corporativos. Pero cuando se trata de volcar la acción colectiva para la producción masiva de muebles —lo que implicaría compartir instrumentos de trabajo, formas de organización y tecnología—, fracasan. El capital social para la producción es muy débil. Asimismo, Ricardo Hausmann habla del conocimiento colectivo de las sociedades. ¿Qué sabemos hacer como colectividad? Pues producir recursos naturales, comercio y servicios y no así productos industriales.

En la misma línea de argumentación, pero desde una perspectiva microeconómica, el profesor Chang sostiene la promoción del aprendizaje, entendida como un proceso de desarrollo y acumulación de capacidades productivas colectivas. Ese es quizás el objetivo último de la política industrial.

Total acuerdo con el punto, pero “las capacidades productivas colectivas incrustadas en las instituciones y organizaciones productivas” no son resultado sólo de las tareas del Estado, sino de toda sociedad y, sobre todo, del sector privado. En el caso boliviano, las condiciones del ecosistema o los incentivos nunca estuvieron alineados al conocimiento colectivo productivo y sí al rentismo, vinculado a los recursos naturales.

El tercer elemento tiene que ver con la mala gestión macroeconómica, en especial por el lado de la demanda que debería apoyar la industrialización.

Chang sostiene que debería haber una “orquestación de instrumentos” macroeconómicos que creen las condiciones para el desarrollo de la política industrial. En particular habla de las tasas de interés que deberían ser bajas y subsidiadas. Esto se hizo en varias oportunidades en Bolivia y no funcionó. Nuevamente vamos por el mismo camino con el programa de sustitución de importaciones. No hay una visión integral de lo que necesitan estas empresas: ecosistema amigable, tecnología, capital humano, mercados desarrollados, y un largo etcétera, y no sólo apoyo financiero.

También Chang sostiene que el tipo de cambio tiene que ser competitivo para proteger a la industria nacional. Aquí Bolivia hace lo contrario de lo recomendado por el profe. Mantiene un tipo de cambio nominal fijo y un tipo de cambio real apreciado hace más de 10 años. La política cambiaria en Bolivia es contraria a cualquier política de industrialización, por ejemplo, para la sustitución de importaciones. Traer cosas a Bolivia de China Chile o Perú es muy barato y así no hay industria nacional que se pueda fomentar.

Cuarto tema: falta de comprensión de que la industrialización es un tema político y de gestión de conflictos. De acuerdo, las políticas productivas tienen ganadores y perdedores y se debe buscar “coaliciones productivas” en un ámbito institucional. El problema de Bolivia, es que todas las disputas económicas se resuelven en las calles y están fuertemente influenciadas por intereses políticos, regionales o corporativos.

 

El autor es economista

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