¿Y para qué sirve la universidad?
Me preguntaba ayer, con lo que el vice Choquehuanca, decía: "No es necesario ir a la universidad, porque en las universidades no te van a enseñar en lo que va a despertar a nuestros jóvenes, no les conviene". Saliendo del debate polarizador del ‘está bien o está mal’ lo que dijo (que tanto daño le hace a nuestro país), quiero ver este tema un poco más allá.
¿Para qué sirve nuestra universidad? Pensando en los tiempos de la "U", recordé la lectura ardua, las clases de madrugada y el afán por encontrar un asiento libre entre la multitud. ¿Qué me quedó de todo esto? Aprendí mucho, más allá de la teoría. Logré salir de una burbuja, vi las vidas y preocupaciones de otros y pude tener consciencia de ese "espacio del otro". Aun así, no fue suficiente y hoy la universidad perdió su lugar, su norte. Poca practicidad, mucha política partidaria en viejas lógicas y cero formación crítica.
Entonces, ¿para qué debería servir la universidad? Además de formarte profesionalmente, la U debería permitirte vivir las dinámicas del poder y hacer que asumamos un lugar dentro de éstas. Asumir o cuestionar. Ejercer o dar poder. Oponerse o negociar. Habilidades clave en la construcción de la democracia que buscamos y el ejercicio de nuestros derechos ciudadanos.
No nos desviemos de lo importante, la educación tiene un lugar sustancial en todas las sociedades. Es ahí (el lugar donde pasan la mayor parte de su tiempo los jóvenes), donde formamos nuestra visión de mundo, conociendo, aprendiendo y hablando con otros.
Ines Dussel, muy sabiamente decía: "La educación siempre será política". La educación nos hace ver el mundo que nos rodea y cómo queremos verlo a futuro. Por eso, es urgente repensar la universidad, darle el sentido que merece. Sí, porque ahí es se forma (o debería formarse) esa renovación que tanto pedimos al cielo...
Columnas de Sabrina Lanza Bugueño