Convicciones que nos dejó el “ahora”
Es innegable que el año que hemos vivido marcó un antes y un después dejándonos con un “ahora” permanente. Un “ahora” que nos obliga a tomar decisiones y sobre todo acciones no basadas en creencias sino en convicciones que hay que defenderlas. Hay creencias que impulsan y otras que atan, pero todas tienen un denominador común, hablar de ellas suena como algo subjetivo, temporal, personal y hasta irreal. En el “ahora” que nos dejó lo vivido vemos que no es suficiente creer, sino estar convencido de que no pudo haber sido en vano.
Las creencias hacen que se tenga por cierto aquello que no está demostrado o comprobado. “Creo” que mi matrimonio ya no tiene futuro (puede que sea cierto como que no, pero es algo que no se puede comprobar); “creo” que ya es el fin del mundo (el día y la hora no lo sabe ni Jesús, sólo su Padre; por tanto, ¿cómo podría demostrarlo yo?), “creo” que no saldré de las problemas nunca (seguramente así será mientras uno se concentre más en ellos que en las soluciones). Sin embargo, las convicciones son convencimientos que consisten en probar algo de manera que racionalmente no lo pueda negar nadie. La creencia deja espacio para la duda, la convicción no le da lugar.
En el marco de las convicciones que nos dejó el “ahora” pienso que muchos piensan como yo respecto a la familia, al miedo y a la cobardía, al consumismo o a la importancia de los valores y de los principios dentro de la sociedad; al respecto, sostengo que:
La familia es el núcleo de la sociedad; es un muro que contiene a la humanidad protegiéndola de amenazas.En situaciones de riesgo, crisis, guerras, pérdidas u otro, el primer lugar que viene a la mente es donde está la gente que conforma la familia; ella es la gran protectora de las personas ante esas situaciones (salvo algunas excepciones). Existen políticas que van en contra de ella, tratando de conformar sociedades individualistas, egoístas y solitarias y “ahora” fue un virus que nos enseñó a valorarla unida y reunida más que nunca. Los hijos extrañaron ver a los padres y los padres añoraron estar con los nietos.
El miedo y la cobardía no nos llevan a ningún lugar exceptuando al fracaso y a la frustración. Sostengo que todos tenemos potencial por desarrollar y muchos se niegan a explorarlo porque “creyeron” que eso no era para ellos o simplemente no estábamos en el momento adecuado para hacerlo. En el “ahora” que estamos viviendo muchos se sorprendieron con lo que descubrieron.
Desesperarse por tener “un mejor de algo” que ya tenemos no es inteligente, pues ganamos más al desarrollar la capacidad de espera para comprar lo que nos ofrecen cuando podamos hacerlo, en lugar de endeudarnos para hacerlo; sino tenemos esa capacidad y creemos que es imprescindible tenerlo, lo más seguro es que no merezca la pena comprarlo… “el que toma prestado es siervo del que presta” (Prov. 22:7).
La sal no es sólo el condimento básico de las comidas, sino es un elemento que evita que los alimentos se pudran, la sal mantiene y preserva, así como lo hacen los valores y los principios, ellos evitan que la sociedad se corrompa más. Racionalmente nadie puede negar que “ahora” el mundo reclama la presencia de personas más veraces, más honestas, más sinceras, más solidarias, más responsables y más… (Llena los puntos con cualquier valor, pues todos hacen falta).Quienes estuvieron con Jesús recibieron el legado de ser sal y luz; comisión que “ahora” nos toca asumir para pasar de simple creencia a una firme convicción.