François hollande: “En Latinoamérica no hay partidos que estructuren la izquierda”
El socialista François Hollande, expresidente francés que realizó varios viajes a Latinoamérica durante su mandato (2012-2017), reconoce que la izquierda de la región ha demostrado que “puede reconstituirse”, aunque lamenta que haya una falta de “grandes partidos” que la puedan estructurar.
Hollande está considerado como el presidente francés que más miró a Latinoamérica, en comparación con sus antecesores y su sucesor, Emmanuel Macron.
Durante su mandato, el dirigente socialista realizó una decena de viajes oficiales a países como México, Cuba, Argentina, Colombia, Brasil y Chile, entre otros.
El expresidente, quien hoy dirige una fundación de carácter social, recibe a Efe en su despacho en la rue Rivoli, con vistas al jardín de las Tullerías y a las dos torres más emblemáticas de París: la de Eiffel y la de Montparnasse.
No sólo los recuerdos del Elíseo le acompañan. Philae, una perra de raza labrador, sigue todavía a su lado y se mueve desenvuelta en un despacho a pleno rendimiento.
—¿Qué avizora en la política latinoamericana?
—La izquierda latinoamericana puede reconstituirse. El problema es el mismo que en Europa, no hay más grandes partidos que estructuren a la izquierda. Actualmente hay muchas aventuras individuales, pero, en un contexto así, el campo del progresismo resulta mucho más frágil.
—¿Por qué Europa no ha mirado con especial atención a Latinoamérica?
—Porque, en un momento dado, pensamos que correspondía a los estadounidenses. Y también porque no es necesariamente una zona muy dinámica desde el punto de vista económico. No obstante, Brasil, Argentina, México, e incluso Venezuela, pueden tener un desarrollo económico considerable. Es absolutamente necesario que estemos junto a Latinoamérica. Europa no está lo suficientemente abierta a los países latinoamericanos, exceptuando, claro, España y Portugal. Yo quise que Francia estuviese más presente.
—¿Cómo es su día a día?
—Yo determino mi agenda. Recibo a un cierto número de delegaciones, de intelectuales, de investigadores. Tengo un programa bastante completo. Lo que más me interesa es escribir (ha escrito dos libros para jóvenes, por ejemplo). Creo que el papel de un antiguo presidente es el de acercarse a los jóvenes, quienes están muy lejos de la política, de las instituciones y que ponen en duda la utilidad de la democracia.
—¿Qué legado ha dejado a Francia?
—En materia económica, permití que el país saliese de la crisis en la que estaba inmerso desde 2008. La segunda huella ha sido una reducción de las desigualdades. Y la tercera, una huella social que se ha visto en la cuestión del matrimonio para todos, aunque los españoles lo hayan hecho antes. Finalmente, algo que no estaba en mi programa, pero que era de mi responsabilidad por ser Jefe de Estado: asumí una crisis terrorista particularmente grave, que superamos no sólo con operaciones (militares) en el extranjero o con medidas de seguridad interna. Estuve a la altura evitando que los franceses se fracturasen sobre la cuestión del terrorismo y del islamismo. Fui duro ante la radicalización y también entendí siempre que los musulmanes son las primeras víctimas del terrorismo.
—¿Los franceses son ingratos?
—No, son exigentes. Francia siempre ha sido una nación muy comprometida. Hoy los franceses han dado la espalda a la política, lo podemos ver con los niveles de abstención tan altos en las elecciones (en la primera vuelta de las regionales, el pasado domingo, un 66 por ciento). Este desencanto con la democracia está relacionado con los sucesivos partidos que han gobernado y no han aportado los resultados esperados, pero también es consecuencia de una descomposición de las grandes fuerzas democráticas. Los grandes partidos han de encontrar su papel.
—¿Lloró alguna vez durante su mandato?
—Me sucedió una vez y no sobre mí, es mejor evitar cualquier tipo de compasión centrada en uno mismo. No pude evitar las lágrimas durante la ceremonia de los atentados del Bataclan (noviembre de 2015). Estábamos todos juntos muy emocionados.
—¿Un presidente puede llorar?
—Hay un momento en el que la lágrima es más fuerte que todo. Se derrama sin que el presidente se derrame también.
—¿Ser presidente es tan solitario como dicen?
—Sí, en el sentido de que es quien toma una decisión él solo. Pero esa soledad no puede ser institucional. Un presidente necesita consejos, diálogo, concertación.
—¿Cuáles son los tres arrepentimientos de su mandato?
—Internacionalmente, es no haber intervenido en Siria en agosto de 2013 después de que Bachar al Asad utilizara armas químicas. Francia no podía actuar sola. Lamento que Barack Obama no nos secundara. Si en ese momento hubiésemos atacado al régimen sirio, hubiésemos, sin ninguna duda, evitado la radicalización de la oposición y las intervenciones rusas en esa región.
El segundo arrepentimiento es que fuimos demasiados lentos en la lucha contra la crisis financiera. Es cierto que fue un éxito haber mantenido en la zona euro a España, Italia, Portugal y Grecia, pero lo podríamos haber hecho más rápidamente.
Podríamos haber ganado uno o dos años sin imponer curas de austeridad.
El tercero fue proponer la retirada de la nacionalidad (francesa) a los criminales terroristas cuando no había consenso para ello.
GOBERNÓ FRANCIA CINCO AÑOS
24° presidente francés
François Gérard Georges Hollande (Ruan, Sena Marítimo, 12 de agosto de 1954) es un político francés, quien, entre 2012 y 2017 fue el vigesimocuarto presidente de la República Francesa, copríncipe de Andorra y gran maestre de la Legión de Honor. Ha sido además, dirigente del Partido Socialista y alcalde de Tulle (Corrèze).
Vence a Nicolas Sarkozy
Hollande logró el 28,63 por ciento de los sufragios en elecciones presidenciales, celebrada el 22 de abril de 2012, con ligera ventaja sobre su principal rival, el presidente saliente Nicolas Sarkozy (27,08 por ciento). En la segunda vuelta se impuso el líder socialista con el 51,64 por ciento de los votos a favor.