El último apaga la luz
¿Cómo puedes medir la calidad de vida en tu ciudad? Hay varias posibilidades y muchas de ellas vienen acompañadas de sesudos estudios que tratan de demostrar cuán bueno o malo es el índice de desarrollo humano, la calidad del aire y otras variables que pueden decirte si vives o mal vives en una ciudad.
Para los que somos sólo peatones, las calles de casi cualquier ciudad en Bolivia son un peligro. Representamos poco menos que el papel higiénico usado para quienes conducen autos, buses o motos. Nos va peor cuando usamos cualquier “transporte público”, que en realidad es un sindicato privado de transportistas abusivos y prebendalistas.
Otro elemento que sirve para diagnosticar cuán bien está tu ciudad es el acceso a los servicios de salud. Quienes hacen filas a las cuatro de la mañana para conseguir atención en los hospitales pueden dar fe de la mala calidad de este servicio.
Hay un dato más, que parece ser no tan relevante y es este: La capital de Bolivia tiene más de una docena de museos. La sede de gobierno 19, la capital oriental más de diez y la ciudad de Cochabamba, sólo seis.
Parece que esta cifra ni les va ni les viene a los cochabambinos. Prefieren mostrar su orgullo porque Cocha es la capital gastronómica de Bolivia y comer montañas de papa y carne, a título de que en esta tierra se come bien, es motivo de satisfacción.
Es un dato preocupante. Más aún cuando está en riesgo la sobrevivencia del Museo de Historia Natural Alcide d’Orbigny, cuyo espacio sería usado para la construcción de un palacio de convenciones, en el peor espacio de la ciudad, donde se concentra el tráfico, no hay sitios para parqueos y se mataría al corredor natural compuesto por árboles que dan cobijo a aves pertenecientes a la cuenca del río Rocha.
Entonces cuando observamos que miles de bolivianos migran fuera buscando mejores oportunidades es pertinente preguntarse cuán mal lo hace el Estado que no proporciona adecuados servicios de salud y educación, llena el territorio de canchas deportivas y es cómplice de los transportistas y chuteros.
Asimismo es interesante ver cómo muchos de nuestros conciudadanos, cuando viajan, posan felices frente a museos, celebran las obras de arte o la historia natural exhibida en estos lugares, pero son incapaces de defender el poco patrimonio que queda, en este caso en particular, en Cochabamba.
Cuán triste y lamentable el índice de desarrollo humano de una ciudad que prefiere mamotretos de concreto, restaurantes por doquier y un altisonante tráfico urbano contaminante e hiriente.
Sucre, La Paz y Santa Cruz atraen visitantes. No sólo para hacer negocios, sino por sus museos. Cocha es sorprendente por su indiferencia a los pocos espacios turísticos que le quedan. Así que... el último en salir apaga la luz.
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER