Estudiante decano de la U
Cuando estábamos a punto de borrar nuestra agenda de temas pendientes, surge de nuevo el caso único, extra, de Max, el estudiante boliviano que ha permanecido nada menos que 32 años en la universidad.
No se trata por cierto de un superdotado, superinteligente, estudioso sin par, consagrado a la ciencia y al saber, que le dedicó 32 años al estudio y que consiguió graduarse en varias disciplinas para ejemplo de un laborioso intelectual, explotando las fuentes del saber para brindar luego el cúmulo de sus conocimientos al mundo que le rodea; no: se trata de un burócrata, convertido en político, que detentó un salario tan alto como el de cualquier rector de la universidad estatal.
El caso salió a la luz con estrépito, diríamos con “sangre y dolor”, cuando estudiantes potosinas murieron por asfixia en un coliseo de la Universidad Autónoma Tomás Frías, en el intento de escapar del estampido de una granada de gas y de salir del escenario de violencia dentro del recinto, lo que no fue posible por la aglomeración simultánea de miles de asistentes a una proclamación estudiantil, promovida justamente por la organización del “estudiante decano Max”, como había sucedido meses antes en la Universidad Pública de El Alto. Los periodistas se pusieron a ver la crónica del suceso y, ¡horror!, encontraron que no había un solo detenido por la violencia que entonces provocara el trágico resultado de seis fallecidos.
La retahíla de preguntas se sucedió sin límite. ¿Quién era este Max?¿Cómo pudo permanecer poco menos que oculto a la mirada sagaz de los comunicadores? ¿Quién lo eligió? ¿Por qué permanece tantos años en el plantel universitario? Y se descubrió que el tal Max percibe un salario mensual inaceptable, similar al de un rector, y los comunicadores encontraron que sus seguidores, en el interior de un taxi, habían decidido la noche antes de la tragedia “clausurar la asamblea” sin llegar a conclusión alguna y, por tanto, sin elegir a nuevos directivos y prorrogar el mandato de “los antiguos”.
Aberración tras otra, durante un mes se han sucedido declaraciones en pos de politizarlo todo; se adujo “la autonomía” y que no se podía procesar a Max, pese a las circunstancias gravosas de las muertes y decenas de heridos. Por fin se encontró la clave. Max era un seguidor de Evo. Masista incondicional, gozó de la protección del alto jefe político y entonces quedó claro ante la opinión pública que si aquél se mantuvo durante tres lustros en el poder, ¿por qué éste no iba a pretender gozar del poder por un tiempo similar?
Columnas de MAURICIO AIRA