Medinaceli y después
Hay que vincular la dolida, insistente queja general y cultural de Carlos Medinacelli, con la actual situación política y la nula calidad cultural de sus protagonistas más conspicuos. Ninguno de ellos habrá leído, en su vida, ningún libro completo.
De alguna forma, habría que tomarse más en serio el lado frustrado y sombrío de Medinaceli, potosino que hace justo un siglo observaba sin cesar el bajo nivel cultural al que se sentía condenado, en un medio en el que “nadie lee”.
La palabra cultura es esencialmente difícil de definir y discernir, sin que sea atrapada y alistada por la “alta cultura” ni se trivialice hasta encontrarla en la más nimia expresión, mejor si étnica. Entre el pequeño esplendor de las antiguas alasitas y Melchor Pérez de Holguín, la cultura oscila creando toda una atmósfera que define diversos escenarios.
El vacío de la calidad cultural es concomitante con las supersticiones políticas (la ‘revolución’, el ‘pueblo’) o las versiones y visiones más alejadas de lo real (ceguera ante las migraciones masivas), a tiempo de crear víctimas más dóciles a cualquier cuento.
Hay que sostener: no es casual, ni meramente coincidente, que Evo sea prácticamente analfabeto, nunca haya podido leer un “informe” en su vida, o que Nicolás Maduro no haya sido, antes, más que un chofer de autobús.
En alguna de sus excelentes columnas, Lupe Cajías recordaba el nivel cultural del antiguo sindicalismo obrero y minero, celoso de fomentar y posibilitar aspectos culturales en su seno. Hoy nadie lo hace en los “movimientos sociales”, sólo celosos de adoctrinar.
La actual Ministra de Cultura nació en Villa Abecia, donde no la recuerdan más que como a una cholita del común. Tampoco ella habrá leído ni un folleto completo en toda su vida.
A un siglo de Medinaceli, poco mejoró este país que tiene, ahora mismo, de las peores universidades del mundo —internacionalmente reconocidas como tales. El vacío cultural del que él se quejaba da lugar, simplemente, al caldo de cultivo ideal en que prospera algo así como el masismo. Y todo esto en vísperas del bicentenario de la independencia.
Columnas de JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN E.