El rol docente frente a los nuevos desafíos
Hace unos días tuve la oportunidad de participar en el congreso internacional de profesionalidad docente “Desafíos en la formación de profesores”, que se llevó a cabo en Lisboa, Portugal, en el que participamos delegados de 22 universidades entre europeas y latinoamericanas como parte del proyecto denominado “De la tradición a la innovación en instituciones de formación del profesorado”.
La temática central del evento puso de relieve la importancia del papel que juega el docente, formador de formadores, en cualquier escenario educativo, pero más aún en tiempos de cambio pues su rol se constituye en pilar fundamental en la prosecución del desarrollo de la humanidad que, desde la compleja tarea de educar, pretende destacar cómo se proyecta hacia la transformación social.
En el contexto educativo, el docente es un líder ya que su labor cotidiana supone el trabajo en el que interactúa con personas iguales a él, que esperan respuestas a todo tipo de demandas, no sólo de aprendizaje. Por ello, hoy por hoy, la actuación del profesor no se limita a éste contexto, sino que su tarea se extiende ampliamente a la mediación entre el estudiante y la realidad de donde surgen los principales insumos para la enseñanza, eso significa que su ámbito de acción es cada vez mayor y que, para intervenir en él, requiere de un cúmulo de recursos que le ayuden a proyectarse como verdadero agente de transformación social.
En las últimas décadas, los cambios que sufre la sociedad se caracterizan porque se realizan muy de prisa y van acompañados de incertidumbre; los valores se vuelven más frágiles y se generan nuevas causas y nuevas formas de desigualdad. En esta denominada sociedad del conocimiento, podemos identificar la emergencia del manejo de la información como factor clave en la configuración de la sociedad, donde las tecnologías de la información y la comunicación exigen actores acordes a esta nueva realidad, capaces de adaptarse a novedosas formas de trabajo y que incorporen el componente digital como herramienta esencial de supervivencia para fomentar el aprendizaje, la creatividad, la invención y la capacidad para reconocer estos nuevos desafíos y enfrentarse a ellos.
La caracterización de la sociedad actual constituye la base para comprender que lo que el futuro nos depara, la educación en el siglo XXI, requiere de sujetos altamente comprometidos con el apostolado de educar.
En este entorno, los docentes no podemos estar ajenos a ésta realidad, al contrario, el sistema educativo, también responsable de la formación de los maestros, debería considerar acciones para facilitar la convivencia con ese gran volumen de información y con la masiva presencia de medios de comunicación para la ruptura de las barreras de espacio y la difuminación de las barreras geográficas como característica de la vida moderna. Debería considerar acciones para hacer frente al consumo pasivo de los contenidos que ya existen en Internet, con el fin de evitar la confusión y el desconcierto que podrían surgir como fruto de la abundante información a la que están expuestos los estudiantes.
Lo cierto es que los docentes, una vez más, tenemos por delante la desafiante oportunidad de encarar nuevos, complejos y diversos procesos de modificación de la vida, que están provocando transformaciones en la sociedad y, en especial, de los niños y jóvenes a los que debemos ayudarles a desarrollar competencias específicas para lidiar con las demandas y exigencias de este nuevo tiempo, consecuentemente, es indispensable que los maestros renovemos nuestro compromiso profesional con el ser humano y el universo, repensando el sentido y la función de nuestro trabajo, de la educación, para evitar su dehumanización.
La autora es docente investigadora de la UCB
Columnas de MARÍA LUZ MARDESICH PÉREZ