Samuel Blanco y la memoria
Mientras el país ingresa en una nueva espiral de violencia, con la wiphala convirtiéndose en un símbolo de odio, en Potosí ha resurgido una polémica irresoluta por razones banales: los homenajes a las personas públicas.
El motivo es la muerte de un hombre que hizo historia, Samuel Blanco Blanco. Como se sabe, don Samuel fue el fundador y presidente vitalicio de Real Potosí, el equipo de fútbol que más logros tiene en el deporte potosino. En los medios regionales surgió el planteamiento de ponerle su nombre al estadio de Potosí y el primer argumento en contra fue que a ese escenario ya se le cambió denominativo antes: primero se llamó “Mario Mercado Vaca Guzmán” y luego se le puso el de “Víctor Agustín Ugarte”. Se dice que un nuevo cambio aparejaría falta de seriedad y, por tanto, habría que hacerle otro reconocimiento póstumo a Samuel, algún título honorífico o dar su nombre a una calle. Para mí, el debate va más allá de los formalismos.
Algo que los potosinos no podemos negar es nuestro regionalismo. Para nosotros, no nacer en esta tierra quita derechos y, por eso, aunque muchos no lo digan, una de las razones por las que no se quiere hacer el cambio es que Samuel Blanco nació en Soria, España, aunque la mayor parte de su vida vivió en Potosí.
El suyo es el mismo caso de muchas personas que, habiendo nacido en otro lugar, desarrollan tanto cariño a la tierra donde viven que se convierten en uno más de sus hijos. Un caso reciente fue el de Wilson Mendieta, pero el más célebre, para la historia, es el de Carlos Medinaceli.
Cuando el siglo XX todavía era joven, Medinaceli se mandó un polémico artículo en el que puso en duda la capacidad intelectual de los tarijeños. La reacción de estos fue tal que, asustado como pocas veces en la vida, el valiente Walter Dalence quiso minimizar el impacto diciendo que el autor del artículo no era potosino, pues había nacido en Sucre. Medinaceli, que no necesitaba pruebas de nacimiento para decidir su amor al terruño, se sintió tan dolido que renunció públicamente a su ciudadanía potosina. Fue el fin de la amistad de ambos.
El otro gran detalle es la memoria popular, frágil por naturaleza. En vida, Samuel recibió varios títulos y ahora nadie se acuerda de ellos. En agosto de 2019, la alcaldía de Potosí promulgó una ley poniendo el nombre de Savia Andina a una avenida y los nombres de dos de sus integrantes a igual número de calles. No supimos más del asunto. Más aún… en Potosí existen decenas de calles con nombres que son totalmente desconocidos para la gente así que un homenaje por ese lado no tiene mucho efecto.
A Samuel Blanco se lo recordará por sus logros con Real Potosí. Cuidado que la ingratitud de algunos potosinos sea parte de ese recuerdo.
El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA