¿Genocidio o crímenes de guerra?
Genocidio o crímenes de guerra; papas o patatas, dirían los ingleses. La bala que atravesó la nuca es la misma en Polonia o en Ucrania. El odio detrás del soldado ruso es el mismo del SS nazi en alguna zanja con un judío al borde de la que sería su tumba. Es un diálogo bizantino: ¿es más “civilizado” el uniformado yanqui que invitaba un cigarrillo a sus prisioneros, antes de coserles a balazos, como en el filme de Spielberg? “War is hell”, la guerra es un infierno.
Es una reflexión sobre la versión genocida de un lúgubre Zelensky y el montaje mentiroso del Kremlin sobre crímenes de guerra rusos en Bucha, poblado civil en el conflicto entre Ucrania y Rusia. ¿Qué puede haber causado tanto encono entre ambos países eslavos, y aparentados por el idioma como lusos y gallegos? Tal vez hurgando un siglo de historia surgiera alguna pista. Para mí, la clave está en una Ucrania subyugada por Stalin, luego despreciada como subhumana por Hitler y después casi muerta de inanición por la gran hambruna soviética del dictador georgiano heredero de Lenin. Herederos van y vienen.
Vladimir Putin, entrenado en el servicio secreto ruso, es heredero de los mismos desprecios estalinianos por los seres humanos. Recuperar glorias antiguas es otro de sus nortes. Quizá la diferencia entre ellos es que el segundo tiene su dedito en el botón nuclear y todo el mundo tiembla. Menos mal que no hay un similar orate en Washington.
La diferencia entre “genocidio” y crímenes de guerra se presta a interpretaciones antojadizas debidas a la ignorancia. En Bolivia, por ejemplo, tenemos el “genocidio” de “originarios”, achacado a los “blancoides” por un gobernante demagogo, cuando más muerte ocasionaron los virus europeos traídos por los conquistadores. En un contexto más actual, falta sopesar el egoísmo, que además de ignaro es racista, de los países “blancos” que fabrican las vacunas y los muertos de hambre que las mendigan. ¿Sería tan generosa la “hospitalidad” europea con niños refugiados de Ucrania o con migrantes africanos o los “latinos” (a pesar de muros “trumpianos”)?
No basta con diferenciar la matanza criminal de civiles de la exterminación de una etnia o de un pueblo, peor aún si casi todos sus ciudadanos se presentan voluntariamente a la resistencia. Es el caso de Ucrania. Después de refugiar a sus féminas, niños y ancianos, su esfuerzo se ha orientado a preparar a sus varones para la guerra. Tampoco la invasión rusa y sus atropellos son cosa nueva en este mundo de regímenes y civilizaciones que se consolidan mediante la agresión violenta, desde Genghis Khan a Hitler y Stalin (o Estados Unidos por un si acaso).
Sea lo que fuera, las noticias nacionales se prestan a conjeturas chistosas y tristes. Pobrecitos los auquénidos de bofedales de manantiales del Silala: serán privados de agua porque ya no serán para locomotoras inglesas, sino para cocinas y duchas de poblados del cautivo Litoral. ¿Se creerán jueces de la Santa Inquisición los jerarcas cocaleros, discutiendo “a puerta cerrada” si van a quemar en la hoguera a la expresidenta Áñez? Dice el Gobierno que el país yo no será nodo de la energía gasífera en América del Sur, pero ingresará más divisas con el litio, que reemplazará a los “pisa-coca” del Chapare. Alcanzaremos a Suiza según el yatiri “graduado” en México. ¡Aleluya!, empecemos a contar los billetes…
En un planeta ocupado con la invasión abusiva del poderoso Goliat ruso al David ucraniano, el Secretario de la Organización de las Naciones Unidas ha advertido de la peligrosa negligencia mundial de una emergencia quizá más urgente. No basta con mirar al otro lado con el declive a una tragedia atómica, o asumir que lo peor de la pandemia del Covid-19 ha pasado sin opción a vacunas ni nada. Ni hablar de problemas estructurales como la desigualdad social, el desnivel femenino o la ignorancia, etc. Incluso se ha puesto en tapete la inoperancia de la institución mundial al permitir vetos de países poderosos y la adhesión de otros a la sinrazón de apoyar autocracias por mandato de un dictador detrás de bastidores.
Porque estamos al borde de una catástrofe ambiental que hará banales e inútiles las guerras: el cambio climático que derrite hielos polares y glaciares, inunda ciudades y puertos con el aumento de los océanos, o asola regiones con derrumbes y sequías, etc. El calentamiento global casi triplicará el nivel acordado por los países ricos del mundo como solución al problema. No tengo la edad primaveral de alguna niña que hace su parte con un plantón protestando por la desidia mundial. Si mi vida se extingue tarde o temprano no depende de mí; me preocupan mis nietos.
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO